El
Día de Júpiter
¿POR QUE NO
CAMBIAMOS?
Francisco
González Cruz
De Richard Thaler me llegó
este comentario: “Me pregunto: ¿será que
en Venezuela no hay nadie que frene ese desastre que está haciendo su
Presidente?, no existe en la historia del planeta un desastre mayor a ese”.
La respuesta a esa pregunta
quizás esté en su propia teoría sobre la economía del comportamiento, que lo
llevó a ganar el premio Nobel de Economía 2017. Sus estudios indican que las
personas no son irracionales en sus decisiones de forma errática, sino de una
forma sistemática y predecible. Así mismo Thaler demuestra que, al poder
anticipar la irracionalidad humana, uno puede diseñar políticas que
contrarresten esa irracionalidad. En términos muy sencillos sus contribuciones
se basan en una premisa: “entre dos
opciones, las personas escogen a menudo la que es más fácil sobre la que es más
adecuada". Y luego que a esas personan se pueden “empujar” a tomar
decisiones que las beneficien a largo plazo.
La procrastinación tiene que
ver con esto y significa no hacer lo que se debe y aplazarlo por diversas
razones, sobre todo por flojera o comodidad, por falta de audacia o de
conocimiento. Como dice el séptimo pecado capital del catecismo: la pereza,
frente a la cual se opone la séptima virtud: la diligencia.
Desde hace muchos años los
venezolanos tenemos pendientes grandes decisiones, las que responden a la
necesidad de crear una sociedad responsable, seria, confiable, trabajadora y
justa. No es que aquí no existan esas virtudes en la mayoría de la población,
lo que pasa es que no las hemos
institucionalizado, es decir hacerlas costumbres y normas cotidianas y practicadas. Y que quien no las
practique sea sancionado, antes que premiado por la comunidad cómplice.
Esas virtudes son posibles
cuando la sociedad se pone de acuerdo en crear y fortalecer la República, es
decir una forma de organizar el Estado mediante la elección libre y popular de
sus gobernantes, por períodos limitados, con separación y equilibrio de
poderes, con responsabilidad de los gobernantes y una ciudadanía activa. Eso
fue lo que se propusieron los fundadores de la República de Venezuela en 1811.
Pero vino la guerra de
independencia y los sueños civiles se
trastocaron en pesadillas, con feroces combates y heroicos ejércitos. Allí se
ganó la independencia y se perdió la república. Los venezolanos seguimos en los
campos de batalla de generales, comandos, milicias, guerras, patria o muerte. Las glorias de la
guerra de independencia y su carácter heroico cubrieron a la Nación Venezolana, llenando con sus símbolos
y sus nombres no solo a las instituciones sino las calles y plazas, monumentos
y edificios, sin que ninguno de los millares de héroes civiles encuentre un
lugar.
La crisis de hoy - tan
profunda y extendida - tendrá diversas salidas. Una va por los caminos de la
inercia, de lo más fácil y conocido: el caudillismo rentista y estatista. Otro
va por los mismos caminos que han llevado a otros países a la prosperidad: la
democracia liberal republicana, como diría Juan Germán Roscio.
Restaurar los sueños
iniciales aún está pendiente, pero nos hace falta, como diría Thaler, un
“empujón”. Y allí está el detalle.