La Fuerza Armada Nacional y el Socialismo del Siglo XXI

Uno de los asuntos más delicados que hoy se debate en medio de esta gravísima crisis que sufrimos los venezolanos, es el tema de nuestra Fuerza Armada Nacional. Antes del régimen chavista los militares gozaban de generalizado prestigio, eran respetados y su trabajo se concentraba en los asuntos institucionales. Sólo la Guardia Nacional, por sus funciones particulares, tenía alguna exposición pública.

Los militares eran institucionalistas. Si se veía a algún oficial en actividades administrativas propias de la función civil, era gracias más a sus méritos personales que por su condición de uniformado. Se cumplía así un mandato constitucional tradicional, no solo en Venezuela, sino en todas las constituciones democráticas del mundo. Este mandato en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela está textualmente establecido en los artículos 328, 329 y 330, así:

“Artículo 328. La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y con la ley. En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. Sus pilares fundamentales son la disciplina, la obediencia y la subordinación. La Fuerza Armada Nacional está integrada por el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional, que funcionan de manera integral dentro del marco de su competencia para el cumplimiento de su misión, con un régimen de seguridad social integral propio, según lo establezca su respectiva ley orgánica”.

El Artículo 329 dice que los componentes de la Fuerza Armada son el Ejército, la Armada y la Aviación y la Guardia Nacional, y establece sus responsabilidades. Y el Artículo 330 dice textualmente: “Los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional en situación de actividad tienen derecho al sufragio de conformidad con la ley, sin que les esté permitido optar a cargo de elección popular, ni participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”.

Hoy la institución armada está muy lejos del prestigio de antaño y corre con las consecuencias del gran fracaso del régimen. El abandono de los preceptos constitucionales, los frecuentes cambios de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana mediante decretos del Presidente de la República, el cambio de nombre y de naturaleza, la adopción de ideologías ajenas a la cultura nacional, la incorporación de componentes como la Milicia Nacional Bolivarianaque fue rechazada por el pueblo venezolano mediante referéndum revocatorio del 2 de diciembre de 2007, ponerse al servicio de esa monserga llamada Socialismo del Siglo XXI y otros muy graves errores estratégicos y legales, pusieron a nuestras fuerzas armadas al servicio de una parcialidad política, hoy rechazada por la enorme mayoría del pueblo venezolano.

Si a esto se le agrega la ocupación de cargos de gobierno por parte de oficiales de alta graduación, la experiencia de enormes fracasos gerenciales y escandalosos casos de corrupción, agravan el panorama. Y más cuando las violaciones de los derechos humanos se extienden y profundizan. Todo en medio de una situación de inseguridad, tanto personal como jurídica, la actuación impune de paramilitares y ahora la aplicación ilegal de la “justicia militar” a los civiles. Al fracaso estrepitoso del régimen lo acompañan -lamentablemente- las fuerzas armadas, un asunto delicado para esa institución y para todos los venezolanos.

"Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del gobierno; es el defensor de la libertad".

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Los tiempos que vienen

A estas alturas nadie duda que el régimen está de salida, pues el Socialismo del Siglo XXI, de ser una promesa ideología pasó a ser un monstruo corrupto y corruptor, que asaltó a poder para enriquecer a unos pocos y empobrecer a las mayorías. Más temprano que tarde vendrán otros tiempos distintos, muy lejos de estas desgracias de hoy. Los venezolanos hemos pagado muy caro la aventura temeraria que nos arruinó económica, social e institucionalmente. ¿Aprendimos la lección?.

La sangre derramada, el sacrificio de muchos, las desgarraduras de las familias por los hijos que se fueron, la lucha incansable de la gente en las protestas que piden paz y reciben una feroz represión, los miles que perdieron sus puestos de trabajo, las empresas cerradas, los campos improductivos y tantos sacrificios, tienen que producir una Venezuela distinta a la que hemos tenido, de un intervencionismo populista enemigo del progreso y de la gente que trabaja, que pone mil obstáculos al que quiere emprender, que no premia la calidad, con una burocracia gigantesca y paralizante, centralista que todo decide en las cúpulas del poder, ineficiente e ineficaz, donde unos pocos tienen los privilegios entre tanto la gente humilde tiene que someterse a largas diligencias para realizar un modesto trámite, de una justicia discriminatoria, sin reglan claras y sin rendición de cuentas.

Tendrá que modernizarse profundamente el Estado para hacerlo menos obeso y más eficiente, y enfocado a las tareas propias de su razón de ser: promotor de una sociedad justa, segura y abierta a las innovaciones y al emprendimiento, que promueve una economía libre, orientada al bien común y a la producción de bienes y servicios de calidad y accesibles a la gente. Y una sociedad civil fuerte, vigorosa, organizada en dinámicas redes de solidaridad. Un Estado que tenga excelentes relaciones que otros Estados exitosos y que caminen por los anchos caminos de la libertad y la democracia.

La nueva Venezuela que está a poco tiempo de nacer tendrá que ser honesta y bien administrada, descentralizada y eficazmente articulada desde lo local, lo regional y nacional. Y que atraiga a los mejores talentos para la función pública. La dirigencia que representa la alternativa democrática para los nuevos tiempos tiene que estar muy consciente de estos desafíos. El pueblo venezolano no perdonará más equivocaciones, más trampas, más nepotismo y más vagabunderías, más negocios oscuros con el patrimonio que es de todos. Tiene que ser un liderazgo renovado, al servicio de esa Venezuela posible que está tratando de emerger en las calles de todos los lugares.

Porque la auténtica nueva Venezuela se está forjando en las calles, bajo la sabiduría orientadora de la Conferencia Episcopal Venezolana, de las universidades, las academias, los gremios, los productores, los estudiantes, las familias y los partidos políticos unidos entorno a la Mesa de la Unidad Democrática. Allí -al calor de la lucha- está naciendo el sistema político honesto, civil, descentralizado, promotor, democrático y libertario que nos merecemos. Está llegando la hora para demostrar que hemos aprendido.
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El fraude constitucional

La causa de la grave crisis social, económica y política venezolana es el llamado “Socialismo del Siglo XXI”. Una combinación del socialismo comunista más rancio, con la corrupción y la incapacidad. Un esperpento ideológico fascista, arcaico y anacrónico, extraño a la  Constitución y a la cultura nacional. Llamar a una Constituyente para profundizar esa calamidad es correr hacia el abismo.

Menos mal que ya ni el régimen ni Maduro tienen la fuerza para imponerlo, ni el pueblo está dispuesto a soportarlo. Sólo le interesa a las cúpulas que no tienen más remedio que quedarse, pues si ponen un pie afuera del país van presos.

Ya este mismo noble pueblo rechazó esa pretensión en el referéndum del 2 de diciembre de 2007, cuando el Comandante Chávez gozaba de buena salud, elevada popularidad y la botija llena. Ahora que el régimen tiene el sol a sus espaldas, mal podrá tener el más mínimo éxito, a pesar de tener arrodilladas algunas instituciones, como el CNE y el TSJ.

De cada 100 venezolanos 85 consideran que el modelo económico impuesto por Maduro fracasó, 77 cree que no debería seguir como presidente y consideran que debería salir este mismo año. Además 71 cree que las elecciones generales podrían significar una salida positiva a la crisis del país.

Para peores penas el devaluado Maduro es el único líder que les queda en el panorama rojo – rojito, mientras que en la oposición multicolor hay múltiples líderes, todos con excelente preparación y aceptación.  

La propuesta de Maduro tiene un enorme rechazo, pues tiene la osadía de hacer culpable a la “mejor Constitución del mundo” según las palabras de Hugo Chávez, mientras se hace el loco con su suprema incapacidad que no convence ni a sus más inmediatos cómplices.

La verdadera Constituyente, la auténtica nueva Venezuela, se está forjando en las calles, bajo la sabiduría orientadora de la Conferencia Episcopal Venezolana, de las universidades, las academias, los gremios, los productores, los estudiantes, las familias y los partidos políticos unidos entorno a la Mesa de la Unidad Democrática. Allí -al calor de la lucha- está naciendo el sistema político honesto, civil, descentralizado, promotor, democrático y libertario que nos merecemos.
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Kakistocracia

“Kakistocracia” es el gobierno de los peores. Es un neologismo conformado por dos raíces griegas: “kákistos” que significa pésimo, el peor de todos y “krátos” que es poder, es decir el poder de los pésimos. El antónimo es “aristocracia” que también viene del griego “aristos” que significa excelente o lo mejor, es decir el gobierno de los mejores.
Ya varios escritores se han utilizado este término para tratar de clasificar de alguna manera a este gobierno (entre ellos algunos chavistas como Nicmer Evans en Aporrea). Y es que el régimen acumula tal cantidad de disparates, incluso considerando la doctrina socialista, que es un término muy adecuado para calificar esta pandilla de ignorantes que nos desgobierna.

Existen muchas explicaciones al fracaso de “Socialismo del Siglo XXI”, entre otras el modelo doctrinario atrasado y caduco, la adopción del modelo cubano comprobadamente fracasado, la corrupción descarada, el abandono del Estado de derecho, la vinculación al narcotráfico y al terrorismo, el militarismo, el centralismo, el intento totalitario y otras más, pero una de las más certeras es el culto a la mediocridad de este régimen.

El propio “Pepe Mujica”, ex presidente de Uruguay y amigo de Chávez expresó textualmente: "Le tengo gran respeto a Maduro pero eso no quita que le diga que está loco, loco como una cabra” y agregó: “no van a solucionar nada los problemas que tiene Venezuela”. Víctor Álvarez, ex Ministro de Industrias Básicas y Minería entre los años 2004 y 2006, anota como una de las causas del fracaso del gobierno al clima de sospecha que despertaban los expertos en la alta burocracia chavista.

El Padre Jesuita Pedro Trigo en sesudos análisis publicados por Gumilla en libros y en la revista SIC anota tres grandes causas del fracaso del régimen: la ideología militarista incompatible con la democracia, el tratar de imponer un modelo totalitario y la simple y llana incapacidad predominante. Van y vienen funcionarios, se intercambian ministerios e instituciones, se crean o desparecen estructuras, pero la incapacidad es lo fundamental.

El propio presidente Maduro no puede exhibir un currículo de éxitos ni académicos, empresariales o de gestión pública o privada. “Según algunas fuentes de acuerdo con el histórico escolar de la institución (el Liceo José Ávalos en El Valle, Maduro) no consiguió graduarse de la escuela secundaria”.

Cerremos con el propio Nicmer Evans: “hoy Maduro al único que atiende es a la nueva burguesía parasitaria que vive del control cambiario, aún a pesar de la caída del precio del barril de petróleo, y creo que hasta ellos hoy están arrechos con Maduro”.
Hoy la única manera de sostenerse en el poder es la violencia, cada día más delegada en grupos de delincuentes armados para enfrentarse impunemente a la gente que -en millares- sale a protestar esta desgracia.

La alternativa frente a la Kakistocracia en la libertad, la democracia, el Estado de derecho y una gestión pública honesta, moderna y eficaz.
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"No lo queremos" fue el grito del 19 de abril

"No lo queremos" fue el grito del 19 de abril de 1810, y ese fue el grito que toda Venezuela exclamó ayer, 207 años después. No queremos a los gobernantes y su “Socialismo del Siglo XXI” que ha traído todas las plagas imaginables a nuestro querido y hermoso país.

Los venezolanos nos rebelamos contra la pobreza, el atraso, la inseguridad y la corrupción. Y queremos un cambio que nos lleve a la prosperidad, a la seguridad y a la honestidad. Y el desarrollo que nos merecemos, la mejor Venezuela, sólo se logra en libertad y en democracia.

Por ello salimos sin miedo, en unas coloridas y esperanzadas manifestaciones, a decirle al gobernante "no lo queremos" porque al imponer un régimen totalitario como el del Socialismo del Siglo XXI, nos condujo a estas carencias, a estas miserias en que vivimos. Y no nos calamos más este régimen corrupto.

Le dijimos al régimen, en una sola voz salida desde todos los lugares, que no queremos más carestía, ni más escasez, ni violencia, ni más muertes ni presos políticos. No queremos más ladrones en el poder ni en las calles. Los venezolanos le dijimos a Maduro –ayer 19 de abril de 2017– un contundente “No lo queremos”. Queremos comida. Queremos seguridad. Queremos paz. Queremos democracia y queremos libertad. A usted Maduro y su pandilla: “¡No lo queremos!”.

Nota luptuosa: Me entero de la muerte del Dr. Segundo Barroeta, una noble persona, eminente médico y excelente escritor. Entre sus libros anotó una hermosa trilogía trujillana: “Diccionario de voces trujillanas”, “Retazos del folclor trujillano” y “Trujillo, sus calles y su gente". Tuve el honor de prologar este último. Ganamos mucho los trujillanos en el fecundo tránsito vital del Dr. Barroeta. Dios lo tenga en su santo seno.
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