Valera es una ciudad joven, sin abolengo pero dinámica y progresista. Al principio y durante mucho tiempo fue ordenada y limpia, pues sus ciudadanos - que fueron sus verdaderos constructores - la cuidaban. Valera, en un espléndido marco geográfico y en la mejor encrucijada del estado Trujillo, se mostraba optimista frente al porvenir. Y desde temprano dispuso de lo necesario con el fin de organizar su crecimiento y expansión.
Valera fue creciendo bajo el cuidado de su gente emprendedora que así como procuraban sus terrenos para la expansión, trazaban sus calles, construían sus templos, fundaban sus colegios y centros de salud, ofrecían hasta los servicios públicos como la electricidad y los teléfonos, fundaban fábricas y comercios, hacían teatros y cines, grupos culturales y el Ateneo, hoteles, centros recreacionales, bandas musicales y elegía buenos gobernantes. Así la ciudad fue expandiéndose por la dilatada meseta creada por los sedimentos traídos desde los páramos por sus tres ríos: El Motatán, el Momboy y el Escuque.
La ciudad joven y optimista expandió su influencia mucho más allá de sus rumbos iniciales y llegaba hasta Caja Seca en las tierras sur lacustres, más arriba de Timotes por la vía de Mérida, hasta Biscucuy en las inmediaciones del llano, hasta Mene Grande y Machango camino a Maracaibo e incluso Carora en tierras larenses.
En algún momento la ciudad fue perdiendo ese carácter inicial. Ya cuando la ciudad celebró sus primeros 150 años - en 1970 - empezaban las añoranzas, y el discurso de su bardo por antonomasia Adriano González León lo advertía. El Centro de Ingenieros realizó un foro sobre el desarrollo urbanístico y presentó diversos proyectos, algunos realizados. Escribí por los años 80 un trabajo sobre “El Caos Urbanístico de Valera” en el cual señalaba los peligros de la obsolescencia de su planificación urbanística. Y Monseñor Heberto Godoy en un memorable discurso de orden pronunciado el día 15 de febrero de 1991 en el ateneo, puso el dedo en la llaga denunciando valientemente la crisis por la que ya atravesaba la ciudad y haciendo un clamoroso llamado al pueblo valerano a asumir el reto de ser protagonista de su desarrollo armónico e integral.
La ciudadanía se desdibujó lentamente mientras la ciudad se desordenaba rápidamente. La informalidad y los barrios inestables se adueñaron del centro y de sus alrededores. La ciudad perdió importancia y liderazgo. Su ciudadanía activa perdió dinamismo y su gobierno local cayó en una increíble improvisación e irresponsabilidad. Hoy ni el Municipio Valera tiene un plan de desarrollo económico y social - como lo exige la Ley - ni la ciudad un Plan de Ordenamiento Urbano actualizado. La ciudad está a la deriva.
Valera cumplirá en apenas tres (3) años su bicentenario y las iniciativas que se han presentado, desde el año 2000, cuando faltaban 20 años para su bicentenario han sido despreciadas por sus sucesivas autoridades. Ahora ya no hay tiempo para una celebración digna.
Pero Valera tiene remedio, puede ser mejor y llegar a ser una ciudad eficiente, hermosa y sostenible. Sólo que se necesita una gran voluntad, tanto para diseñarla, como para hacerla.Tiene la opción de captar el espíritu cosmopolita que le otorga su importante inmigración. Puede llegar a ser una ciudad o ciudad inteligente (Smart City). La ciudad pude volver a ser “dinámica y progresista” pero eso requiere determinación, estudios y proyectos. Valera merece mejor suerte, pero sin diseño de futuro la ciudad está condenada a ser esta anarquía que es hoy y que nos produce muy baja calidad de vida. Este 197 aniversario de la ciudad es una muestra de las oportunidades perdidas. Nada que celebrar.