LA MARCHA SILENCIOSA

En toda Venezuela, todos los días, miles de personas salen a marchar buscando a las personas que en cada casa, en cada centro de votación, en todos los lugares, están dispuestas a movilizarse para la salida pacífica del régimen. Llevan el mensaje de esperanza de que un país mejor es posible, mediante la mejor arma que tiene el ciudadano: su voto.

Hablan de su historia íntima de penuria, que comparten con sus parientes y vecinos en parecida situación. Nunca antes habíamos compartido tantas miserias juntas, tantas mentiras, tanto engaño. Gente que nos habló de igualdad, de honestidad y de progreso, y nos trajo a cambio esta pobreza generalizada que contrasta con los que hablando de revolución, se enriquecieron y nos muestran en la cara sus consumos opulentos. Gente que hablaron de prosperidad y nos arruinaron.

Pero también hablan de que la esperanza es lo último que se pierde. Que nos humillarán, nos harán hacer colas interminables, nos obligarán a rebuscar el pan de cada día. Pero también de que está más cerca el tiempo de cambiar. De ir a la misma mesa de votación y revocar el mandato que alguna vez muchos le otorgaron. Esa es la alternativa que alimentan. Nadie quiere violencia y nadie quiere muerte, pero tampoco nadie quiere que siga esta ruina, esta inseguridad, esta corrupción.

La mayoría de esta gente no sale a las multicolores marchas de la oposición. No se movilizan atrás de candidatos y partidos. Pero están vivamente y silenciosamente activos en la organización paciente del acto ciudadano, cívico y constitucional para cambiar al gobierno. Líderes constantes y laboriosos que conforman diversos equipos le dan soporte, con las carencias materiales propias de la crisis, con base en una inquebrantable fe en la fuerza de la libertad y la esperanza.

Lo más valioso de la Mesa de la Unidad Democrática está aquí, en esa callada labor cotidiana que hace posible el milagro diario del trabajo de hormiga, que acumula paso a paso todo lo necesario, para hacer el portento que significa superar las trabas inconcebibles que se le ponen para ejercer un derecho constitucional: el de revocar el mandato de un gobierno que traicionó la fe de las grandes mayorías.

Hay ruidos, se escuchan; hay rivalidades, se ven; hay egoísmos, se notan. Incluso hay malos ejemplos que ponen la mala nota y que deberían reflexionar por el daño que hacen frente al desafío que tenemos enfrente. Pero más allá de estas visibilidades, hay un enorme trabajo menos evidente, digno de admiración y respeto. Hay una gran marcha silenciosa, cívica y profundamente comprometida con la construcción de una Venezuela mucho mejor, honesta, respetuosa, decente, trabajadora, tal como la queremos la mayoría de los venezolanos.