Los trujillanos dan
lecciones cotidianas de la gran riqueza espiritual macerada en años de
sacrificio y de carencias materiales. Frente a la pobreza secular que acompaña
a las familias trujillanas, agudizada en estos años cercanos por crisis
institucional, política, económica, social y cultural, existe una fuerza
telúrica, la que viene de la tierra, de las raíces, que genera una gran
capacidad de "aguante" traducida en creatividad, solidaridad y
resistencia.
En todas partes hay gente
que no se entrega, que no se humilla y mantiene con entereza su honor. En
cualquier lugar se viven experiencias de vida, de esperanza y de fe, a pesar de
todas las fuerzas que buscan el sometimiento y la obediencia. Estas se traducen
en iniciativas emprendedoras en personas que inventan productos o servicios
para paliar la escasez y el hambre. Familias que se unen para compartir lo poco
que se consigue. Comunidades que trabajan juntas para defender sus derechos.
Las voces que escucho en las
frecuentes y múltiples protestas hablan con propiedad de sus reclamos. No son
malandros que cortan vías, ponen obstáculos y gritan su inconformidad. Son
ciudadanos que sufren las carencias fruto de un proceso fracasado, pero que
conocen sus derechos. Y los exigen. Pongo por caso: unas chicas cerca de La
Victoria de Caús cerraron la carretera Panamericana y hablaban con propiedad
con la Guarda Nacional. Con respeto les decían que los pocos alimentos que
llegaban a la comunidad se los apropiaban por política, y no estaban dispuestos
a aceptarlo pues son ciudadanas venezolanas. Se negaban a ser discriminadas.
Los maestros que reclaman
por sus sueldos miserables, los estudiantes que exigen calidad, los médicos que
ponen en evidencia la tragedia de la salud, los conductores que no encuentran
repuestos demandan una atención de manera cívica, y de esa manera deberían
encontrar la respuesta. No con agresiones. Existe un crecimiento en la calidad
de las personas, traducida en reclamos justos, en iniciativas innovadoras, en
formas de lucha y una praxis alternativa de vida digna. Mientras tanto se
degradan las instituciones.
La crisis ha reducido los medios materias y ha incrementado los valores humanos. Hay
escasez de alimentos, pero ha crecido la conciencia ciudadana. Ese es el
milagro que se está conformando en la cotidianidad de muchos venezolanos y de
los trujillanos. Frente al colapso de la economía y de la institucionalidad
emerge una realidad alternativa que dice mucho de los valores sembrados en el
alma venezolana y trujillana.
FGC/ julio 2016