Recorrer a Trujillo abre
nuevos horizontes a la esperanza. El contacto con mucha gente, en particular
jóvenes, ratifica el convencimiento que la gente quiere nuevas alternativas,
relatos distintos, métodos novedosos, enfoques innovadores y más compromiso con
una realidad que es necesario transformar muy profundamente. Estos años
representan un gran aprendizaje, y se constata que la política tradicional
centralista, estatista, improvisada y empírica no trae soluciones.
Mucha gente no ha vivido
otra cosa que este régimen que al principio despertó esperanzas e incluso
diversas acciones de inclusión peroque se deterioró rápidamente con la
violencia, la corrupción y la destrucción de la producción de bienes y
servicios. Los mayores ya venían descontentos con la vieja política pero se
desencantaron con la que han vivido estos años. Entonces quieren salir de este
gobierno pero sustituirlo por otro novedoso que no represente los vicios del
pasado. Quieren un avance hacia nuevas experiencias, acordes con la sociedad
del conocimiento, con las modernas tecnologías y con los avances en todos los
campos. Por las redes sociales conocen experiencias exitosas de otros países y
lugares y se niegan a que el futuro no esté a la altura de sus exigencias.
Sienten la necesidad vivir más
modestamente pero también más auténticamente, de manera solidaria y creativa,
que les permita cumplir sus expectativa de una vida digna. Vivir exitosamente en
su lugar sin sentir la necesidad de irse. Disfrutar sus querencias lugareñas,
con las que se siente identificados y encontrar allí las posibilidades de
realización plena.
Entonces es necesario
plantear otras cosas, otros modelos, otros estilos de gobierno. Uno que
promueva desde lo local el desarrollo regional y nacional. Que aliente desde el
origen de las raíces la construcción del futuro. Que dibuje la prosperidad
desde las líneas que nos dan singularidad y sentido de pertenencia. Que
armonice lo local con lo global, sin complejos.
Y eso exige una visión
poderosa que ponga en acción toda la energía acumulada en tantos años de
frustración. Trabajo en equipos que reúnan lo mejor de nosotros, sin exclusiones
de orden ideológico o político, sin aduladores que con todo estén conformes,
sino con gente capaz de hacer la crítica sin riesgo de ser irrespetada. Y exige
que sea gente honesta, que no se robe lo que está destinado para el servicio
público.
La mayoría hemos aprendido
la lección de estos años tan duros, y de los años previos que nos trajeron a
esta situación. Hemos aprendido que hay que gobernar con la gente, de abajo
hacia arriba, con honestidad y transparencia, con lo mejor de cada uno. Que más
que empleo público hay que promover el espíritu emprendedor para que muchos
generen puestos de trabajo productivo. Que el populismo trae pobreza y en
cambio es necesario gobernar con seriedad y responsabilidad. Que el respeto al
derecho de los demás es fundamental. Que ya no queremos más jefes sino
coordinadores de equipos. Ya no más centralismo sino descentralización y
subsidiariedad.
Hemos aprendido que las
soluciones no vienen desde arriba sino que se construyen desde abajo y con la
gente. Que todos tenemos una dignidad que debe ser respetada. Y que entre todos
seremos capaces de planificar el futuro y de irlo construyendo, paso a paso.
Las lecciones que no ha dado
esta grave y profunda crisis están siendo aprendidas. Y en medio de las
atribulaciones de la cotidianidad que nos abruma, sentimos que otra realidad
mucho mejor se acerca.