Valera Bicentenaria



PALABRAS EN LA ASAMBLEA DE VALERANOS
VIERNES 17 DE ENERO DE 2020
SALÓN DE SESIONES CONCEJO MUNICIPAL DE VALERA
Francisco González Cruz

Venimos a este salón del cabildo de Valera a cumplir un deber y ejercer un derecho. Venimos a plantear que tenemos que hacernos cargo de la Valera que queremos, en la oportunidad solemne e histórica del bicentenario del lugar del cual somos ciudadanas y ciudadanos, tal como nos los alumbra su corta e interesante historia. Reconocemos la disposición del Presidente Municipal y de los concejales, así como la gentileza de la Alcaldesa y de sus equipos, por facilitarnos el ejercicio de este derecho y este deber ciudadano.
Gabriel Briceño de la Torre soñó la ciudad y sentenció su destino con una travesura lingüística: “Valera valerá”. Y puso manos a la obra. Se dispuso a donar terrenos y otros bienes. Le dijo a Mercedes Díaz que regalara otros terrenos para el templo y ella así lo hizo. Los herederos de Mercedes no sólo ratificaron la donación, sino que la mejoraron y ampliaron. El Presbítero Dr. Manuel Fajardo y el propio Dr. Briceño de la Torre delinearon la ciudad posible y señalaron: “aquí va el templo, allí la plaza/mercado, allá la casa de gobierno y distribuyeron el resto para la construcción de las casas. Con la venta de las parcelas y otras donaciones levantaron la iglesia de San Juan Bautista, organizaron la plaza y el mercado y dispusieron las primeras calles.
Nacía así nuestra urbe hoy Bicentenaria, con las cuatro funciones principales organizadas por sus primeros vecinos: el templo para el encuentro ante Dios, dar gracias y solicitar favores; la plaza para el encuentro cordial de los vecinos y el intercambio de bienes y servicios; la casa de gobierno para el encuentro ciudadano, elegir sus representantes para la ciudad ordenada; y la residencias para convivir juntos, con casas pegadas unas a otras y dejar la aldea atrás. Luego otros vecinos y sus representantes ampliaron su extensión, construyeron el acueducto, hicieron escuelas, edificaron el hospital, pusieron telégrafo y teléfono, levantaron teatros, fundaron clubes, establecieron fábricas y lugares de comercio y ese portento cultural que fue y debe seguir siendo el Ateneo de Valera.
Algunos gobiernos ayudaron, otros fueron indiferentes y otros francamente estorbaron, pero la ciudad cogió impulso y fue “dinámica y progresista”, y su influencia se extendió mucho más allá de sus linderos, incluso más lejos de los límites trujillanos. La ciudad toda se convirtió en lugar de encuentro, y aquí llegaron, desde de los cuatro puntos cardinales de Trujillo, Venezuela y del mundo, muchas personas a quedarse o a hacer diligencias. Y así durante varios años Valera respondió cabalmente a sus desafíos. La celebración de su sesquicentenario fue una expresión cabal de esa impronta valerana. Aquí está el que fue excelente presidente de la comisión de los 150 años, el barquisimetano profundamente valerano Dr. Raúl Díaz Castañeda.
Hoy la ciudad - las ciudades -  tienen otros desafíos que se agregan a los tradicionales “asuntos propios de la vida local”. Ahora  deben ser globales e insertadas de manera eficaz en la sociedad del conocimiento, que es sustantivamente una sociedad urbana.
Así Valera tiene importantes desafíos que asumir. Sus  ciudadanas y ciudadanos tenemos el deber de asumir plenamente la responsabilidad de hacer una buena ciudad, porque lo bueno o lo malo que sea será el resultado de lo bueno o lo malo que sean sus ciudadanos. Así de sencillo. Ahora está de moda hablar de “ciudades inteligentes” o “Smart Cities”, para relacionarlas con el uso de las nuevas tecnologías. Pero en términos tradicionales  ciudades inteligentes siempre las ha habido, y Valera fue inteligente, como lo demuestra su corta y fecunda historia, llena mujeres y hombres que la hicieron líder entre las ciudades del occidente del país. Pero también las hay estúpidas, que se abandonan a la improvisación, a la corrupción y al vicio.
Las ciudades inteligentes valoran su patrimonio natural y cultural, su capital inmaterial, su capital social, sus edificaciones emblemáticas, su pasado, presente y su futuro. Además, aprovechan con sabiduría las nuevas tecnologías para la gerencia de sus servicios, para darle conectividad a sus habitantes y organizaciones. Promueve la creatividad y la innovación, se preocupan por contar con un buen gobierno, una sociedad civil organizada, buenos diseños urbanísticos, adecuadas estructuras, excelentes funciones, fluida movilidad, eficiente equipamiento, espacios públicos de calidad, comercios y servicios eficaces, lugares atractivos y todo lo que haga de ella un espacio de calidad, para sus habitantes y para los que la visitan.
Las ciudades estúpidas son aquellas que no toman decisiones para su desarrollo.  Son muchas las razones que llevan a que, a pesar del potencial de inteligencia que tenga la ciudad, se comporte estúpidamente. Son las creencias tóxicas, el fanatismo, la división, la procrastinación (aplazar las decisiones), el sectarismo, la codicia, la corrupción y muchas otras. Una ciudad estúpida no tiene plan o proyecto de lo que sueña ser. No tiene objetivos. No prevé. Una ciudad estúpida no consulta con sus ciudadanos, ni con expertos, ni aprende de experiencias exitosas. Una ciudad estúpida deja pasar el tiempo y las oportunidades. Una ciudad estúpida no celebra. La ciudad y los ciudadanos pagan muy caro la estupidez. Ven con envidia como otras ciudades avanzan y la suya propia se queda balbuceando su fracaso. Y se inmoviliza. Cae en la crisis de autoestima.
¿Cómo se han sacudido su estupidez las ciudades que lo han hecho? De muchas formas. Por ejemplo: la realización de un evento político, deportivo o una feria significativa. O provocando un cambio con alguna obra de arte o un símbolo que motive a la ciudadanía. Aprovechando una tragedia como un sismo o algo parecido para su renacimiento bajo otra cultura. O recordando sus mejores tiempos y construir el futuro con un sueño “retro proyectivo”.  Convocando a sus mejores talentos y provocando el cambio. O aprovechando un cumpleaños o una celebración importante.
Como dije al principio de estas palabras, venimos a este salón del cabildo de Valera a cumplir un deber y ejercer un derecho. Venimos en la oportunidad solemne e histórica del bicentenario del lugar del cual somos ciudadanas y ciudadanos, a plantear que tenemos que hacernos cargo de la Valera que queremos.
Venimos a decirles que vamos a crear “El Consejo de la Ciudad de Valera”, consejo con “S”, pues no es crear un Concejo Municipal paralelo, no, todo, lo contrario, es un Consejo como una asamblea permanente de ciudadanos para ayudarnos entre todos a hacer más o menos lo mismo que Gabriel Briceño de la Torre y el Padre Manuel Fajardo, y los Díaz, los Terán y muchos otros: soñar y hacer ciudad.
El Bicentenario de Valera es la oportunidad histórica que no da el devenir para hacernos cargo de hacer la Valera posible.
FGC/