La Valera Posible



La Valera Posible


Francisco González Cruz



UNIVERSIDAD VALLE DEL MOMBOY FUNDACIÓN FONDO EDITORIAL 1a Edición. Octubre 2014 500 Ejemplares ©
Francisco González Cruz
HECHO EL DEPÓSITO DE LEY
Deposito legal: ___ ISBN: 978-980-7579-04-9
Diseño y Diagramación: Yohanna Albornoz / yohannagraficas@gmail.com
Corrección: Nepol Pan y Agua Impreso en: Gráficas El Portatítulo C.A. graficasportatitulo@gmail.com



Prólogo 

 Francisco González Cruz ha buscado en esta nueva edición de su trabajo “La Valera Posible” refrendar su compromiso vital desde el Estado Trujillo y Valera como centros generadores de su pasión venezolanista. Es su manera de hacer patria como el admirado paisano Mario Briceño Iragorry. 

 Tiene la formación profesional que desde la geografía le aporta una sólida base científica a su trabajo, lo que le permite iniciar el discurso desde el análisis teórico para ubicar a la ciudad objeto de estudio en un marco amplio que va de lo cultural a lo físico y de lo sistémico a lo funcional. De esta manera el lector va de la mano del experto al encuentro de la ciudad real con suficientes 

herramientas para no quedarse paralizado ante la terrible afirmación del autor que califica a Valera como una ciudad fracasada; por el contrario, el trabajo sirve de base e impulso, y ese es el propósito del Rector, para que personas e instituciones protagonicen los cambios que conduzcan al éxito colectivo, es decir, al bienestar y a la prosperidad de los valeranos y trujillanos. 

 Dice el autor que “La ciudad implica una cultura urbana, una ciudadanía, una identidad con ciertas formas y con ciertas actividades que le son propias. Además envuelve un sistema específico de relaciones sociales, de redes de articulación y además de instituciones políticas de autogobierno y organizaciones propias de la sociedad civil.”  Si alguien tiene autoridad para desencadenar actuaciones a partir de estas ideas es quien se ha empeñado en crear redes que van directo a fortalecer la cultura y la educación. Las ciudades son “ecosistemas abiertos que requieren insumos de materia y de energía para poder cumplir sus funciones y producir sus bienes y servicios” y es allí donde la incidencia de Francisco González Cruz ha sido clave.

 Puede cualquiera idealizar la ciudad y especular desde la literatura o el arte, pero la función de un científico es más objetiva, aunque por supuesto no le sea negado el camino de los sueños por los que también ha transitado Francisco González. Sin embargo, este ensayo es un mensaje 

y un desafío con destino: los trujillanos. En este propósito ofrece una disección de Valera. Explica con brevedad y precisión los conceptos básicos de anatomía urbana y toma el bisturí para dejar al descubierto las entrañas de una ciudad contradictoria: nos permite apreciar su piel, sus músculos, sus venas, sus huesos, pero nos deja la sensación de que le falta corazón y cerebro.

 La ciudad cumple funciones, tiene una morfología, presta servicios y necesita gobierno. Valera desarrolla sus funciones como centro residencial, de comercio, de servicios y de un incipiente y a veces audaz desarrollo industrial pero todo ello en condiciones mediocres. Hoy -dice el autor- a pesar de todas esas ventajas que le dan su geografía y su empuje inicial, luce como una ciudad fracasada.

Cuando pasa a analizar los desafíos y propone sus conclusiones, mi perspectiva me permite ver la magnitud del problema político. El autor pasa por todas las variables, como debe ser, pero me tomo la libertad de destacar las carencias del liderazgo político local: la falta de conocimiento de la ciudad que gobiernan, su ausencia de visión de largo plazo, su falta de compromiso histórico, la estrechísima perspectiva de lo inmediato, el desprecio por la estética y la poca consideración con los valeranos, incapaces de plantear mucho menos de comprometerse con un proyecto de ciudad. Y es lamentable y costoso para una ciudad la carencia de cultura de ciudadanía y un liderazgo consciente de los desafíos que implica el gobierno de una ciudad como Valera, una de las que más demanda actuaciones de grandeza, compromiso con el porvenir y certeza en las decisiones inmediatas que vayan echando las bases para la realización de su proyecto histórico.

 Expreso el deseo de que este trabajo contribuya a la creación de sentido de compromiso y propósitos serios de actuación, pero me reservo una pequeña dosis de amargura por el clima de mediocridad que prevalece en la política venezolana de estos tiempos revolucionarios, de la que Valera y Trujillo son precisamente una de sus víctimas.



Introducción 

 El trabajo aborda el tema de la geopolítica de la ciudad de Valera, desde tres perspectivas, no sin antes unas precisiones conceptuales con el título de ¿Para qué sirve una ciudad? La primera perspectiva se refiere a las condiciones que se dieron para el nacimiento de la ciudad de Valera y para su desarrollo. La segunda son unas consideraciones sobre la situación actual. La tercera y última, a la cual le he otorgado más interés, se refiere a los desafíos de la ciudad a la luz de las nuevas realidades,  particularmente en referencia a los roles de la ciudad en el mundo global.

 He considerado conveniente y útil anexar dos apéndices, el primero es un conmovedor texto que con el título de “La Ciudad Íntima” escribió la Profesora Susana Quintini a propósito de la presentación de la primera edición de este trabajo. El segundo es un documento que se elaboró a partir del ejercicio que un numeroso grupo de ciudadanos, convocados por la Escuela de Liderazgo y Valores de la Universidad Valle del Momboy, con el fin de elaborar una propuesta estratégica para la ciudad de Valera, en el marco del Día de Valera del año 2002 y que aún tienen plena vigencia.



¿Para Qué Sirve Una Ciudad?

 La Geopolítica es una ciencia  que trata del estudio y de la explicación de las  influencias de los factores geográficos sobre la vida y evolución de un territorio, sea un país, una región o una ciudad. Ella sintetiza conocimientos de múltiples ciencias en torno al eje científico conformado por la Geografía, la Historia y la Ciencia Política, con el fin de  entender fenómenos políticos, trazar estrategias, para darle sustentación a programas de desarrollo y muchos otros usos, incluyendo los militares donde en realidad parece que nació esta ciencia. También influyen en ella la sociología, la economía, en particular la economía política, y otras ciencias.

 Los estudios geopolíticos se enfocan hacia dos objetivos: 
a) Un  espacio o territorio que puede ser el mundo, una región supranacional,  una Nación; una provincia o un área específica perteneciente a uno o más Estados. 
b) Un conjunto de fenómenos geográficos tanto físicos como humanos que influyen políticamente sobre el área geográfica en estudio, generados dentro o fuera de ella.

 Aquí se tratará de hacer una especie de introducción al análisis de la geopolítica de la ciudad de Valera, en el entendido que no se trata de una investigación rigurosa sino más bien unas ideas para una propuesta que avance en mentes mejor dotadas. 

 Pero se debe incluir también en estas notas iniciales algunas breves consideraciones sobre el concepto de ciudad. Tomemos primero para ello la palabra de un humanista integral como don Mario Briceño Iragorry, quien decía a propósito de una “Meditación en el IV Centenario de Barquisimeto” (Briceño Iragorry, 1952) que:

“La ciudad no es sólo remanso y pausa en el camino perpetuo de los conquistadores. La Ciudad es algo más. El campamento azaroso donde impera la ley de los valientes, es sustituido por la sala capitular, donde el Alcalde, desceñidas las armas, hace justicia apoyado en el débil bastón de la magistratura. Eso es la Ciudad. Se funda para hacer en ella vida pacífica de justicia… Hasta en el orden de los vocablos, los grandes valores que hacen a las repúblicas derivan de la ciudad. Ciudadano es el sujeto de derechos políticos; ciudadanía el concepto integral de dichos derechos; cívico lo que distingue de la violencia que quedó superada en el nuevo sistema de vida comunal; civil el orden en que se fundamenta en el suave imperio de las leyes…… Al fundarse la ciudad se ha creado una entidad que supera la realidad de los edificios.”

 La ciudad implica una cultura urbana, una ciudadanía, una identidad con ciertas formas y con ciertas actividades que le son propias. Además envuelve un sistema específico de relaciones sociales, de redes de articulación y además de instituciones políticas de autogobierno y organizaciones propias de la sociedad civil.

 Las ciudades son ecosistemas abiertos que requieren insumos de materia y de energía para poder cumplir sus funciones y producir sus bienes y servicios (residencia, trabajo, educación, recreación, intercambio, etc.). Además tienen una estructura compleja y una morfología.  Por otra parte, la ciudad genera residuos sólidos, líquidos y gaseosos fruto de la transformación de los materiales y la energía utilizados para su estructura y funcionamiento.  

 Las ciudades tienen su razón de ser en el desarrollo de las fuerzas productivas y nacieron cuando estas evolucionaron de tal naturaleza que permitieron la vida sedentaria y la división del trabajo. Con la Revolución Agrícola las ciudades adquirieron mucha importancia y de hecho buena parte de la historia de la humanidad, por lo menos durante los primeros seis mil años, fue la historia de sus ciudades.  Ellas recibieron la atención de los más importantes intelectuales y las estudiaron, las planificaron, les diseñaron distintas formas de gobierno, su tamaño ideal, su emplazamiento, sus lugares públicos y sus funciones, entre otras previsiones.

 Con la Revolución Industrial las ciudades crecieron en tamaño, adquirieron población pero perdieron importancia desde el punto de vista geopolítico, pues el surgimiento de las naciones-estado modernas, consecuencia de la lógica concentradora y centralizadora del modelo productivo, les arrebató casi todas sus competencias políticas. La historia de los últimos tres siglos ha sido, fundamentalmente, la historia de las naciones y la de sus relaciones entre sí. Sin embargo, las ciudades siempre merecieron la atención de los mejores pensadores y su adecuada planificación dio como resultado muchas ciudades hermosas y eficientes en todo el planeta.

 Ahora, cuando está en pleno desarrollo una nueva revolución, la del conocimiento, la de la ciencia y la tecnología, la de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, o como quiera llamarse a esta época de grandes, rápidas y profundas transformaciones,  toca a las ciudades un nuevo papel, tanto o más protagónico que el de los primeros tiempos, pero de naturaleza diferente. De esto trataremos más adelante.

 La razón de ser de una ciudad se define por sus funciones. Para cumplir esas funciones existen y son ellas las que determinan la personalidad de una ciudad, su particularidad. 

 En esas funciones se especializan, se organizan, hacen sus planes, definen su urbanismo, crean su infraestructura y establecen la marcha de sus diversos sistemas. 

 La principal función de una ciudad es la residencial, aun cuando existen ciudades muy especializadas donde esa función es secundaria. Pensemos un momento en la Ciudad del Vaticano, cuya principal función es la religiosa, por eso se le llama también “La Santa Sede”. O, por contraste, en Las Vegas, ciudad hecha para el juego y la diversión. Así existen ciudades religiosas, turísticas, militares, culturales, mineras, universitarias, comerciales, administrativas y muchas otras.

 La función residencial está presente en todas, pues en todas vive gente, pero cuando una ciudad se define solo por esa función se le llama “ciudad dormitorio” o “ciudad residencial”, aun cuando pueda tener algún comercio y algunos servicios. 

 En los tiempos actuales surgen nuevos tipos de ciudades, como ciudades tecnológicas, o digitales, o ciudades del conocimiento, tecnópolis, como el llamado “Silicon Valley”, o Austin en Texas, Bangalore en la India. O Yachay, la ciudad del conocimiento que se construye en Ecuador. O ciudades especializadas en algún rubro productivo como  Sailkot en Paquistán especializada en instrumentos quirúrgicos; Nueva Hamburgo en Brasil especializada en calzado, Umbría en Italia en cerámica, Cancún en turismo. También existen ciudades para apoyar desarrollos industriales como Ciudad Guayana en Venezuela o actividades administrativas como Brasilia.

 Un asunto interesante a destacar en esta apretada síntesis teórica en la centralidad de la ciudad, que está definida por los nexos que establece con su entorno. Una “ciudad central” es aquella que sirve a su interland o área de influencia y polariza en torno a ella a los demás centros poblados que conforma su red, generando fuerzas centrípetas que atraen de ese entorno flujos de personas, bienes, servicios; y fuerzas centrífugas que envían también flujos o relaciones. Estas conexiones de la ciudad central pueden ser muy positivas para la ciudad y su entorno si este centro es dinámico e innovador y entonces prospera la ciudad y todo el territorio bajo su influjo. Pero si la ciudad no es eficiente y fracasa afecta negativamente a toda esa área. Por eso los problemas de una ciudad central no son solo de ella, son también los de sus redes. 

 Lo habitual es que una ciudad sea el resultado de una combinación de funciones y se organice para ser eficiente en su variado desempeño. Sin embargo, muchas ciudades ponen acento en la función o en la vocación que más le guste o vaya con su identidad, o en las que tenga ventajas. Así, por ejemplo, Mérida tiene funciones residenciales, comerciales, de servicios administrativos, etc. pero pone énfasis en su carácter estudiantil y turístico. Boconó es fundamentalmente una ciudad residencial y de servicios agropecuarios, sin embargo pone cuidado como la ciudad jardín y su vocación turística. Trujillo es una ciudad de carácter administrativo y debería poner especial atención en cuidar esa vocación como capital provincial. 

 Para cumplir sus variadas funciones la ciudad especializa espacios en su plano urbano. Así existen áreas residenciales, áreas comerciales, áreas industriales, área de servicios administrativos, parques tecnológicos, etc. Es decir, la ciudad se organiza. No puede ser un desorden porque, por ejemplo, la función residencial exige tranquilidad, como los espacios para la educación y la cultura. En cambio, la industria exige grandes espacios, anchas avenidas y un equipamiento especializado. También la ciudad exige espacios públicos de calidad, entre ellos las propias sedes para la función pública, generalmente edificaciones elegantes y funcionales símbolos o referentes de la ciudad. 

 Una ciudad, entonces, sirve para muchas funciones: para vivir, para trabajar, para comprar y vender, para divertirse, para la recreación y el turismo, para rendirle culto a Dios, para la seguridad personal, para movilizarse, para la innovación y muchas otras cosas. 

 Pero para cumplir eficientemente con esas funciones se organiza, pues si no lo está todas esas funciones las hace mal y la ciudad baja su calidad de vida, entonces la gente o vive mal o se va a vivir a otra parte, compra y vende en otros lugares, invierte afuera, en fin, la ciudad pierde su naturaleza. Y una ciudad así, desorganizada, anárquica, sucia, insegura: ¿para qué sirve? Por eso es muy importante el esfuerzo que se realice para la adecuada planificación urbana. 

 Por otra parte, la ciudad tiene una morfología, es decir, una apariencia o fisonomía, un aspecto físico que la identifica y la singulariza. En esto influye mucho su emplazamiento en un sitio determinado, por ejemplo una llanura, una colina, una isla, una terraza. O si tiene como vecinos un río, un lago o el mar; o una montaña o un abismo, una selva o un desierto, un clima tropical o uno templado, una vegetación verde y arbolada o una xerofítica. 

 También las disposiciones legales o normativas que se le aplican, desde su fundación o luego con el pasar del tiempo. Así tenemos ciudades anchas y de baja altura (edificios con pocos pisos) como Barinas, Maracaibo o Maturín, o ciudades de calles estrechas y con altos edificios como Mérida, San Cristóbal o Caracas. O ciudades lineales como Betijoque, o cuadriculadas como Barquisimeto, o radiales como el centro de París. U ortogonales como Barcelona (España), con todas sus edificaciones de 20 metros de altura. O sus planos son irregulares como muchas ciudades medievales (Toledo o el centro de Madrid) o como la mayoría de las periferias urbanas actuales. 

 También existen ciudades que aprovechan de manera espléndida sus peculiaridades naturales, como París con el río Sena, o Puerto La Cruz con el malecón frente al mar, pero también las hay que los desprecian como Maracaibo con el lago o Santa Bárbara del Zulia con el río Escalante. O Trujillo con la quebrada de Los Cedros y el Castán o  Valera con sus siete colinas y sus tres ríos.

 Lo normal es que la ciudad compleja de hoy tenga una combinación de planos con las zonas tradicionales preservadas, las expansiones y urbanizaciones recientes ordenadas y el crecimiento espontáneo irregular.

 Además de las funciones y la morfología la ciudad tiene que tener servicios, es decir, una serie de instalaciones, espacios, actividades o prestaciones que la ciudad ofrece para que sus ciudadanos vivan y trabajen bien. Pueden ser domiciliarios como la energía, el agua, el aseo, Internet y otros; o servicios urbanos como los mercados, el alumbrado público, la limpieza y el mantenimiento, las áreas de recreación, los cementerios y servicios funerarios, el ornato, el transporte y la circulación, los espectáculos públicos y muchos otros.

Y todo esto necesita un gobierno, generalmente en forma de municipio con sus tres órganos tradicionales: el ejecutivo llamado Alcaldía (o Intendencia), el legislativo llamado Concejo Municipal (Ayuntamiento o Cabildo) y el judicial con la justicia de paz y otros órganos de arbitraje y conciliación. (González, Fortunato, 2014).

 Una ciudad, para su desarrollo, necesita unos instrumentos o guías para que le sirvan de orientación, tanto a los gobiernos como a los particulares. El  primer instrumento para el gobierno de la ciudad es el compromiso asumido como programa de gobierno y que fue presentado al electorado y al Consejo Nacional Electoral. Esta propuesta debe traducirse en el Plan de Desarrollo Local, que es un programa muy bien pensado y consultado sobre cómo debe ser el municipio, sus parroquias, sus centros poblados y sus zonas rurales. También contempla las articulaciones del municipio con su entorno, con el país e incluso sus relaciones externas.  Existen ciudades que tienen varios municipios, es decir, varios gobiernos y entonces se crea el gobierno metropolitano o una mancomunidad entre esos municipios. También existen numerosas y complejas relaciones con territorios del entorno de la ciudad que no pertenecen al término municipal propio, entonces se hacen alianzas para planes conjuntos o mancomunidades con fines específicos, como transporte, agua, aseo o diversos servicios metropolitanos.

Luego debe existir el Plan de Ordenación Urbanística donde se enuncian  las variables urbanas, los anchos de las calles, las alturas de los edificios, los usos permitidos, los espacios públicos y otros aspectos. Un asunto interesante es la lectura que se hace de la ciudad, su ornato, su belleza, sus puntos de atracción, sus colores y olores, sus barrios y cuadras, sus monumentos. Y así con cada uno de sus centros poblados y sus zonas rurales. 

 Están también los Planes Especiales, que pueden ser de cada uno de los servicios, o de espacios públicos determinados, obras de infraestructura de particular interés, algún programa de emprendimiento, o de inclusión social y otros más.  

 Para poder cumplir con los deberes del gobierno de la ciudad, el municipio cuenta con un sistema organizativo, donde importan su estructura y funcionamiento, pero sobre todo sus funcionarios y el trabajo en equipo que desempeñan. Unos son los funcionarios electos que son los que dirigen las políticas y estrategias de la ciudad. Pero son los funcionarios el alma de la gestión urbana, por eso deben ser personas muy bien formadas, bien remuneradas y motivadas, comprometidas con el bien común. Y entonces el gobierno recauda ingresos por concepto de impuestos, tasas, servicios y transferencias para sostener la burocracia necesaria, financiar los servicios, construir infraestructura y rendir cuentas claras. Sin embargo, la ciudad tiene algunas responsabilidades más sutiles y significativas que las tradicionales, pues la forma en que la ciudad se organiza, las características de la aglomeración, las conexiones que se establecen entre sus componentes y sus ciudadanos, las formas como abordan las interrelaciones con su entorno y otras características se traducen en una cultura urbana que viene a ser una síntesis de una personalidad muy particular. 

 El solo hecho de ser un lugar de encuentro de muchas personas, actividades y organizaciones, le da a la ciudad una especial condición que la lleva a convertirse en un espacio particular de donde surgen nuevas e inusuales realidades.

 Las ciudades en general son los lugares donde emerge la creatividad, la innovación y el espíritu emprendedor.  Existe una “cultura urbana” o “cultura ciudadana” que nace de las múltiples interacciones que se dan en su seno, y cuya calidad depende de los atributos de esas interacciones.  

 Entonces existirán ciudades más o menos creativas, esto depende de los espacios que ofrezca para ello, específicamente los espacios públicos concretos como plazas y parques, áreas culturales, cafés o bares, clubes y ámbitos para la conversación y la recreación. También inciden en la creatividad los espacios especializados como parques tecnológicos, centros de investigación, laboratorios, empresas de vanguardia o eventos como congresos, encuentros, foros, ferias de innovación y demás actividades; asimismo los estímulos que establezca como proyectos, premios, becas, concursos y otros de diversa índole. 

 La ciudad debe generar todo tipo de incentivos para promover innovaciones, de manera que toda persona creativa pueda expresarse: productores, intelectuales, profesionales, artistas, trabajadores, artesanos; es decir, todos sus habitantes.

 Esta particular función urbana, la de generación de innovaciones, tiene muchos efectos multiplicadores, pues así encuentran soluciones muy novedosas para sus problemas o para avanzar en la mejora de su calidad de vida.

 Una ciudad sirve entonces para multiplicar las oportunidades de vivir mejor mediante la creatividad, la innovación y el espíritu emprendedor de sus habitantes.

 Es determinante para el éxito de las personas la calidad  del lugar donde viven. Eso se extiende, por supuesto, a las familias, a las empresas y a las más variadas organizaciones; por eso cuando en un lugar no existen condiciones para vivir bien, con salud, educación, trabajo, seguridad, vivienda, recreación y oportunidades para progresar, la gente se muda.

 En cambio una ciudad que ofrece buenas condiciones, o mejores que las otras, no solo retiene a su gente sino que recibe inmigrantes, de su área de influencia o de lugares remotos. Y generalmente esos inmigrantes son personas con expectativas de progreso, con talento, con iniciativa,  con lo cual fuerzan el éxito del territorio donde llegan.

 Decíamos que diversas circunstancias le dan un carácter específico a la ciudad: Su “personalidad”. Si esa manera de ser de la ciudad, si los atributos que tiene tienden al estímulo de la creatividad y la innovación, si aprecia el talento, si premia el éxito, si promueve las redes de apoyo a la  gente con iniciativa, si abre oportunidades  y demás aspectos positivos, esa ciudad tiende al éxito. 

 Estas realidades hacen que muchas ciudades diseñen políticas públicas para retener a sus mejores talentos y para atraer muchos nuevos. Eso incluye una excelente calidad no solo de los servicios tradicionales, como la limpieza de la ciudad, el transporte, la salud y la educación, la recreación, el sector productivo y demás, sino de los llamados “servicios emergentes” como la conectividad, los lugares creativos, los parques tecnológicos, los espacios culturales de vanguardia, etc.

 Una ciudad creativa, innovadora, emprendedora es exitosa, encuentra para sus problemas soluciones adecuadas y les da a sus habitantes excelente calidad de vida. Son cada día son más numerosas las ciudades que deciden ser mejores, toman decisiones audaces y se aventuran a construir, a partir de lo más apreciado de su pasado y su presente, mejores realidades. Existen ciudades inteligentes, como también las hay estúpidas. 

 Una ciudad estúpida es aquella donde sus ciudadanos y su gobierno no conversan ni sueñan la ciudad que quieren; sus fuerzas vivas no plantean la ciudad posible;  no tiene planes y va al día a día, a la “buena de Dios, que generalmente  es a la mala del diablo” como decía Mario Briceño – Iragorry. En cambio la ciudad inteligente se afirma en sus raíces para construir presente y futuro, elige gobernantes que estén a tono con sus sueños y esperanzas. Es una ciudad activa, conversadora, innovadora, optimista. 



Valera, Un Lugar  Central

 En el marco de las precisiones conceptuales anteriores vamos a intentar analizar la ciudad de Valera, la ciudad en que vivimos. Su nacimiento y evolución, su personalidad, sus  perspectivas, sus desafíos. El nacimiento de una ciudad puede deberse a diversas circunstancias, una de ellas es como consecuencia de una decisión política, entonces su fundación es un acto administrativo formal y solemne, tal como sucedió con las principales ciudades coloniales de América,  con  Adelantado y Capitulaciones,  que no solo autorizaban la fundación y el poblamiento sino que obligaban a unos criterios urbanísticos. Así nació Trujillo, nuestra capital estadal. 

 Una ciudad también puede nacer fruto de un plan de desarrollo y se diseña previamente estudiando sus funciones, emplazamiento, morfología y todos sus aspectos, se planifica, se traza  y se construye, como Brasilia  o como Ciudad Guayana. O puede nacer poco a poco gracias al desarrollo de una actividad que haga atractivo el asentamiento permanente de personas en ese lugar, espontáneamente, como nació Valera.

 Así como las circunstancias del nacimiento de una persona determinan en gran parte su personalidad, así también sucede con la ciudad. Valera no tiene partida de nacimiento. No fue un acto formal, administrativo, no fue una ceremonia solemne ni se registró un acontecimiento que significara su punto de partida. En el nacimiento de Valera no hubo un acta sino una sucesión de actos en un proceso espontáneo y natural, una casa hoy y otra mañana y otra y otra.  Luego una bodega, un templo, una plaza de mercado. Ese fue el nacimiento de nuestra ciudad, sin ceremonias.  

El nacimiento de Valera fue natural, lo que no quiere decir improvisado, pues desde el principio se organizó conforme al modelo castellano de calles perpendiculares  y en el centro la Plaza (mercado) con la casa de gobierno y el templo alrededor, con la lógica impuesta por la meseta y sus siete pequeñas colinas.  Y eso le imprimió un carácter inicial que perdurará por siempre.

 Pero la ciudad evoluciona y su personalidad se va perfilando a medida que crece y en su desarrollo se entremezclan muy diversos factores, entre los cuales se destacan:

• Su localización o posición en relación al entorno inmediato y mediato; también el sitio o emplazamiento, es decir, lo que tiene que ver con su topografía. • La  vocación o el desarrollo de sus fuerzas productivas propias y la capacidad de  articulación de sus cadenas de producción de bienes y servicios. • Sus propias políticas de desarrollo, su liderazgo público y su comunidad cívica (incluyendo la empresarial) • Las políticas públicas del país.

 Las ventajas competitivas de una ciudad la conforman la interrelación de estas circunstancias. En el caso de Valera su surgimiento se debe a las ventajas que ofrece la presencia de determinados factores geográficos, en un momento dado de desarrollo de las fuerzas productivas. La meseta que,  con sus fuerzas acumuladas desde los altos páramos andinos, construyeron los ríos Motatán,  Momboy y  Escuque, así llamados cada uno en el idioma de los Cuicas, estaba aquí  por lo menos desde el pleistoceno, hace unos dos millones de años; sin embargo ninguna de las familias indígenas se animó a poblarla, mirándola a lo lejos desde Estovacuy o desde El Quibao.

 Llegaron los hombres de a caballo fundando y poblando pueblos y durante trescientos años cruzaron la meseta muchas veces, camino de Trujillo o de Escuque fundadas en 1557, de Burbusay fundada en 1549, de Carache fundada en 1561 o de La Puerta - llamada así porque era el lindero entre la jurisdicción de El Tocuyo y la de Santafé de Bogotá - y Mendoza Fría que datan de 1620, pero no se detuvieron y nunca levantaron un poblado.  Por eso el nacimiento de Valera no tiene la noble hidalguía de Trujillo, de Mérida o San Cristóbal.

 Espera la dilatada terraza que la patria comience su doloroso y sangriento proceso emancipador para dar sus primeros pasos. Alguien construye un pequeño templo y alrededor se trazan las primeras calles alineadas, siguiendo el trazo de los caminos que se cruzan y la lógica de la topografía. Es apenas el 15 de febrero de 1820 cuando Su Señoría Ilustrísima el Doctor Rafael Lasso de la Vega, Obispo de la Diócesis de Mérida de Maracaibo, crea la parroquia eclesiástica de San Juan Bautista y fija sus límites. Dos años antes, el 25 de agosto de 1818, los herederos de Mercedes Díaz ratificaron la donación que esta había realizado de palabra de cien varas en cuadro para construir una Iglesia y “principiar” la población y un año antes, gracias a las gestiones del Dr. Gabriel Briceño de la Torre,  el señor Reyes Terán - hijo de Mercedes - y Candelaria Díaz - sobrina - ceden a la Iglesia dos cuadras y media el primero y doscientas noventa y cinco varas (casi tres cuadras) la segunda con el fin de delinear el pueblo y vender solares para “construir edificios” en la nueva población.

 Tres mil trescientos ochenta y siete habitantes se atreven a vivir aquí en 1887, cuando ya Trujillo había cumplido trescientos treinta años. En 1936 ya tenía 11.300 habitantes y en 1950 se había duplicado su población a 21.000 personas para volverse a multiplicar por dos en 1961 con 46.000 habitantes. La misma cantidad que Mérida y más que Barinas. 

 El Censo de 1971 registra 70.000 habitantes, el de 1991 son 120.946,  el de 2001 un total de 133.052 y el de 2011 cuenta con 170.046 habitantes (incluyendo a Carvajal como en los censos anteriores). Si se incluye Escuque y Motatán el área metropolitana Valera cuenta con 216.951 habitantes censados en esa fecha. En 194 años pasó de ser una aldea minúscula a la primera ciudad trujillana en población y la tercera en los Andes Venezolanos.

 Las proyecciones que se hacen sobre el crecimiento de la población ponen en evidencia una tendencia a su estabilidad. Ya no crecerá Valera a la rápida tasa que crecía y se estima que su población municipal debe estar, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2020 cuando celebre el bicentenario de haberse constituido su parroquia eclesiástica en unos  171.854 habitantes y la ciudad propiamente dicha (parroquias Juan Ignacio Montilla, La Beatriz, Mercedes Díaz y San Luis) un total de 146.055 habitantes. La parroquia La Puerta tendrá 12.960 y Mendoza 12.839. 

 Todo el municipio Carvajal se espera que llegue a 72.854 habitantes y todo el municipio Motatán unos 25.437 de manera que el área metropolitana de Valera tendrá 270.154 habitantes. Con Escuque se sumarían otros 34.560 para un total de 304.705 habitantes en toda el área metropolitana en el año 2020.

 Estas consideraciones son cruciales para una adecuada planificación de la ciudad, para definir su vocación, su razón de ser y para construir su futuro.

  La localización geográfica explica la vocación económica particular de Valera, pues se encuentra en la más importante encrucijada natural  del Estado Trujillo, donde el valle del Motatán se hace ancho para recibir a los valles del Escuque y del Momboy, cerca de donde vienen a reunirse también el Jiménez-Castán y el Carache, justo a las puertas del abra de Agua Viva, que los comunica con las ubérrimas tierras vecinas al lago de Maracaibo y por ese lago con las rutas que van a Maracaibo y a otras tierras lejanas. 

 Se encuentra en las estribaciones norteñas de la Sierra del Norte o de La Culata desde donde baja hasta el abra de Agua Viva, para luego hacer contacto con las derivaciones del sur del Sistema Lara – Falcón. Al este están las serranías que bajan de la Cordillera de Trujillo, muy cerca de las importantes llanuras surlacustres  y de Monay. Es el lugar de  encuentro de las rutas de las tierras frías con las de las tierras calientes.

 Este valle abierto a las comunicaciones de los cuatro puntos cardinales es el centro del mapa de Trujillo y reúne casi a equidistancia los más importantes centros poblados de una dilatada área de influencia que va hasta Mene Grande y Machango por la costa oriental del Lago de Maracaibo y hasta Carora por el noreste,  Arapuey por el sur del Lago,  Timotes y Chachopo por la cuenca alta del Motatán y hacia Biscucuy por la vía de los llanos occidentales.  

 A  las favorables ventajas de su posición de lugar central se une la del sitio propicio para el asentamiento urbano, pues Valera crece en una dilatada terraza en dirección sur-norte y que  se extiende por las vegas del Motatán hacia el norte, por el hermoso aunque estrecho valle del Momboy al sur, por la alta meseta de Carvajal al este y por los planos inclinados del oeste hacia Escuque, Sabana Libre y demás centros poblados aledaños. Son  terrazas periglaciares del pleistoceno y otras formaciones en general muy estables, aun cuando presentan ciertas limitaciones al este con los afloramientos de arcillas expansivas.

 Su altitud a 547 metros sobre el nivel del mar en plena zona tropical, en esta confluencia de valles y montañas, expuesta a los vientos del noreste y a los vientos locales valle – montaña, le otorga a Valera unas características definitivas en cuanto a clima, que es de temperatura ambiental de suave a calurosa todo el año, con una media que va de los 25° a 27° y extremas que no pasan de 35° y no bajan de los 18°, y poco húmeda (75 % a 85 %). Las lluvias caen mayormente entre abril y mayo y entre octubre y noviembre.  La precipitación media anual alcanza a 1.016 milímetros con extremas de 1.249 y 792 milímetros. 
 Otra ventaja de la posición geográfica de Valera es que en minutos se puede estar en clima frío si se sube al valle del Momboy, o se puede estar en clima caliente si se sigue hacia el norte o a la costa lacustre. La propia ciudad recibe estas influencias y en temporadas recibe los vientos fríos de la montaña y se cubre de neblina, o se hace calurosa cuando le llegan los vientos norteños. Pero casi siempre las noches son frescas. 

 Valera tiene una buena cobertura vegetal, sobre todo en su entorno que es siempre verde. La vegetación natural es de “Bosque Húmedo premontano” según la clasificación de Holdridge, con árboles característicos como el cují (Acacia macracantha), dividive (Caesalpinia coriaria), cañafístolo (Senna atomaria), guácimo (Guazuma tomentosa), indio desnudo (Bursera simaruba), bucare ceibo (Eritrina poeppigiana), bucare anauco o reinoso (Erythrina fusca), jobo (Spondias mombin), higuerón (Ficus gigantoside), caracolí (Anacardium excelsum), cedro (Cedrela americana), pardillo (Cordia alliodora), guadua (Bambusa angustifolia), yagrumo (Cecropia peltata), caucho (Clusia sp), Roble Amarillo (tabebuia crysantha), ceiba (Ceiba pentandra), cactus (Cereus hexagonus), apamate (Tabebuia rosea), samán (Pithecellobium saman), Araguaney (Tabebuia chrysantha), entre otros. 

 Antes, las casas valeranas tenían patios arbolados con mangos, cañafístulas, jobos, mamones, nísperos, guanábanos, limoneros y otros frutales. El Zanjón del Tigre que la atravesaba de sur a norte estaba bordeado por cedros, caracolíes, bucares, higuerones y otras especies. Aún la ciudad mantiene cierta cobertura vegetal, pero es imperdonable que no se hayan ejecutado los varios planes de arborización que se han diseñado y presentado a las autoridades locales. Con solo arborizar la ciudad mostraría un mejor rostro y sería más amable con sus ciudadanos.

 Valera tiene una geografía espléndida; los tres ríos que se abrazan al pie de su terraza: el Motatán, el Momboy y el Escuque, que deberían ser tres hermosos paseos para el disfrute de sus habitantes y no las cloacas que actualmente son. Por los mil verdes de las montañas que la rodean, desde la elegancia del cerro El Conquistado, hasta las murallas que bajan de Carvajal, pasando por las moles de Castil de Reina, el Quibao y la Sierra de la Culata al oeste, la Cordillera de Trujillo al este y La Culebrina al sur dando contorno a la mirada, que se va ampliando al sur por el valle del Motatán y al norte por el valle del Momboy,  que se dilata siguiendo al anchuroso Motatán, camino al lago de Maracaibo y a los llanos de Monay.  

 Las tierras que rodean a Valera son muy hermosas y quien se detenga en algún lugar donde la vista cubra sus anchos espacios, se deleita de verdes. Es esa una condición que le regaló la naturaleza y un soporte fundamental para un proyecto de futuro.  Dentro de la propia ciudad, el Zanjón del Tigre es aún en muchos sitios rescatable. Esa posibilidad de tener un jardín a lo largo de toda la ciudad no se ha perdido del todo y puede ser la base de un punto emblemático de la urbe, que le dé unidad a la ciudad, en vez de tener como tal a la Avenida Bolívar, que la parte en dos.   Las siete colinas, que son restos de antiguas terrazas en la planicie, representan también un invalorable recurso estético. La Pollera, La Concepción, La Cruz, el Cementerio, la Cabaña, la Plata o Morón y la Ciénaga son pequeños hitos cubiertos de viviendas precarias que pudieran mejorarse y ser sembradas de trinitarias o berberías de diversos colores, agregándole al entorno urbano un hermoso mosaico cromático. 

 Las condiciones de localización y de emplazamiento permiten a la ciudad de Valera desarrollar sus funciones como centro de comercio y de servicios y de un incipiente y a veces audaz desarrollo industrial. La expansión económica del país, principalmente en las seis primeras décadas del siglo XX, posibilitó su elevado crecimiento urbano, pero la ciudad no supo preverlo aplicando adecuados planes de desarrollo urbanístico.

 Una de las graves consecuencias de esta falta de previsión, es que buena parte de los migrantes no encontraron en la planicie lugar para establecerse y subieron a los cerros o bajaron a las vegas,  cuya topografía y composición geológica no ofrecían la estabilidad para edificaciones seguras y para la dotación de buenos servicios. Así la ciudad tiene un tercio de su gente viviendo en condiciones inestables.

 La ciudad creció a expensas de otros pueblos y de los campos trujillanos. Para muchos fue un lugar de paso mientras se preparaban para alimentar la diáspora de los hijos de Trujillo, que buscaban afuera las condiciones socioeconómicas que no encontraban en su tierra. 

 Valera por muchos años fue una ciudad en plena expansión, incluso pionera en determinados servicios. Su comunidad cívica era ejemplar. Sus mejores obras fueron de iniciativa privada, como su nacimiento,  hasta el punto de que sus ciudadanos veían  con desdén el ejercicio de la actividad pública. Hasta se dio el caso que mudada la capital a Valera, por decisión del Presidente Cipriano Castro, aquí ni encontraron casas de alquiler para ubicar la Gobernación y los otros poderes públicos.
 Valera estaba entregada a servir a las demandas del comercio y los servicios que le exigían sus propios habitantes y los de su área de influencia. Incluso sus prósperos comerciantes eran tan hábiles que llegaban a competir en determinados rubros con ciudades tan consolidadas como Maracaibo y San Cristóbal y hasta de Cúcuta y Maicao. Incluso varias de las mejores casas comerciales de esas capitales regionales se fundaron desde la iniciativa de los emprendedores trujillanos. 

 A lo largo de los años prósperos y gracias al dinamismo de sus clases dirigentes y a su comunidad cívica, en la ciudad se crearon importantes instituciones como la Cámara de Comercio, la Fratellanza Italiana, el Ateneo de Valera, diversos clubes sociales, varias organizaciones de desarrollo cultural, social, deportivo y productivo.   Se construyeron edificaciones que ahora son emblemáticas de la ciudad como la Plaza Bolívar, la Plaza Sucre, la de los Ilustres, la Iglesia de San Juan Bautista, de San Pedro, de San José y otras, el Comedor Popular, el Hospital La Paz, el Liceo Rafael Rangel, el Hospital Central, la Escuela Eloísa Fonseca, la Zona Industrial, el Colegio Salesianos, los cines Cinelandia, Valera y Libertad, el Hospital Central y otras obras de calidad. 

 “Una ciudad sin historia y sin futuro es deterioro y decadencia”, dice el urbanista Jordi Borja, nada menos que el experto y líder de la Barcelona que ahora es la capital del modernismo europeo. Una ciudad que quiera superarse en el mundo de hoy tiene que contar con la fuerza de su historia y, fundamentalmente, de sus sueños. 

 Sobre sus bases históricas, en el marco de su geografía y con la voluntad de sus ciudadanos, la ciudad explora sus posibilidades, sus sueños, sus visiones futuras y  decide qué quiere ser. Y se faja a serlo.  Valera, frente a su parca historia, tiene la alternativa de alimentar su carácter de ciudad de encuentro y de centro de las historias de todos los pueblos del estado Trujillo y otras historias de la costa oriental del Lago, y del Sur del Lago y del alto Motatán y de otras partes del mundo. Tiene la opción de captar el espíritu cosmopolita que le otorga su importante inmigración de italianos, españoles, griegos, árabes, chinos, colombianos y otras nacionalidades que aquilatan su gentilicio y la nutre de otras historias exóticas.  
 Y además tiene su historia, corta pero densa, que no es la historia de los héroes militares, sino de la de los civiles que la hicieron ciudad, comenzando por Mercedes Díaz y Juan Ignacio Montilla, pasando por Ricardo Labastida y su hermano Manuel María Carrasqueño, Carmen Sánchez de Jelambi, José Antonio Tagliaferro, Domingo Giacopini, Mario Maya, Evaristo Rueda, Pedro Alarza Jugo, Jacob Araujo Baptista, Pompeyo Oliva, Miguel Antonio Mejía, María Dolores de Araujo, Ernesto Spinetti, Ignacio Burk, Andrés Carradini, Juan Haack, Juan Abreu, Padre José Humberto Contreras, Pedro Emilio Carrillo, Padre Pedro Juárez, Josefa María Troconis, Américo Briceño Valero, Ester Rosario Maggi, Aura Salas Pisani, Gil Manrique, Ramón Vielma, José Muchacho y sus hijos, Alfredo Tulene, Alberto Maldonado Labastida, Pedro Malavé Cols, Adriano González León, David Aliso, Enriqueta Terán, Antonieta Madrid  y tantos otros. Y la de su gente trabajadora, gente humilde y muchas veces anónima que hizo y hace día a día la ciudad en sus múltiples actividades.

 Por todas estas circunstancias es el lugar central de un ancho territorio que, como ya se dijo, abarca toda la cuenca del Motatán, la cuenca del Boconó y el sur del Lago de Maracaibo desde Caja Seca hasta Mene Grande, es decir que Valera es el lugar central de todo el estado Trujillo y de los territorios merideños de Timotes y Chachopo, de Arapuey y los zulianos del Municipio Baralt. La suerte de este dilatado territorio en gran parte depende de la suerte de Valera.



Valera: Funciones, Morfología y Servicios 

La principal función de Valera es servir de residencia a sus habitantes que según el censo de  2011 son 136.129 habitantes que se distribuyen en cuatro parroquias: Juan Ignacio Montilla, La Beatriz, Mercedes Díaz y San Luis. Menos de la mitad de esta población vive en el trazado formal de la ciudad y la mayoría en las barriadas que han subido a sus siete colinas, a las vegas inundables de sus ríos o a otras zonas aledañas, muchas de ellas inestables y precarias. 

 En la parte formal también existen problemas, sobre todo de inestabilidad en los bordes de la meseta y la anarquía urbanística existente ha conllevado a que en zonas netamente residenciales se instalen actividades incompatibles con esa función, con lo cual la calidad de vida se deteriora. Otra consecuencia de esa anarquía es que como no se han respetado las densidades urbanas establecidas en la ya mezquina planificación existente, al lado de casas unifamiliares se construyen altos edificios, colapsando servicios, dificultando la circulación y generando diversos problemas.

 El casco urbano central, el lugar tradicional de Valera con su plaza Bolívar y sus alrededores, es quizás el mejor indicio de la crisis de la ciudad y en especial de su función residencial. Su deterioro es evidente y sus viejas casonas en triste estado, muchas en ruinas y abundan los terrenos vacíos que se utilizan como estacionamientos con muy pobre equipamiento. 

 Quizás para recuperar la autoestima de esta ciudad habría que comenzar por un plan especial de recuperación del casco central que, manteniendo el trazado tradicional y una que otra edificación que dé testimonio de un pasado mejor, incorpore con creatividad e innovación mejores espacios donde convivan residencias dignas, plazas y jardines, bulevares, comercio y oficinas, lo que debe incluir lógicamente unas edificaciones para el gobierno de la ciudad que sean símbolo de una Valera progresista. De tal manera que la ciudad no ofrece a sus habitantes alta calidad en sus funciones residenciales, en consecuencia, el primer desafío de Valera es ofrecer a sus habitantes unas condiciones ambientales de alta calidad para el desarrollo humano integral.

 Otra función importante de Valera es la comercial. La ciudad “fenicia” le decían antes y ella ejercía con eficiencia estos servicios, no solo en lo interno sino en una dilatada área de influencia. Existían negocios que vendían en todo el occidente del país e incluso sus productos eran llevados a Cúcuta y Maicao en la vecina Colombia. La ya desaparecida “Unión Mercantil Pacheco” abastecía de “rockolas” y mesas de billar a medio país y a esas ciudades del hermano país, para citar un ejemplo. Pero estaban “Muchacho Hermanos” nacida en Escuque en 1903 y “Trujillo Motors”,  que inspiraron el nacimiento de empresas similares en el Zulia, Mérida, Táchira, Lara y otros lugares. Cinelandia fue la pionera de los cines de los Andes y llegó hasta el Zulia. Las telas de “Salvador D’Albenzio” tenían fama en toda la región. Los negocios de mayoreo de víveres, de café y otros productos atraían compradores y vendedores. 

 Bajo influencia de sus comerciantes la ciudad prosperó en la cultura, salud, educación y en infraestructura. También incursionaron en la industria y en Valera se curtían cueros, había embotelladoras de refrescos, procesadoras de alimentos, de materiales de construcción y otros bienes hasta que se necesitó una zona industrial que fue ocupada por la fábrica de vidrio, de alimentos para animales, de empacadoras de alimentos, de válvulas para vehículos, de equipos de aire acondicionado, talleres industriales y muchas otras.

 Hoy la función comercial de la ciudad perdió mucho de su extensa área de influencia,  pero se extendió por todas partes con el comercio informal que ocupa aceras y calles, con los centros comerciales modernos, eficientes supermercados y con la especialización minorista del casco central. La compra-venta de los rubros agrícolas que vienen de su entorno se localizan en el Mercado Municipal, a cuyo alrededor han crecido comercios y servicios relacionados. Allí mismo en ese lugar podría caber otro plan especial de recuperación del mercado y de sus zonas aledañas.

 El comercio mayorista, que tanta movilización tiene, también anda disperso en la ciudad, en el mercado privado “Macroval” en la zona de Las Adjuntas y en el ya anarquizado eje Valera – Trujillo en la zona de Santa Inés.  La corrupción impidió que la ciudad tuviese hoy su mercado mayorista.

 Además del comercio, otras actividades de servicios o del tercer sector de la economía constituyen funciones sustantivas de la ciudad.  Aun cuando no es la capital del Estado, Valera cumple importantes funciones en el campo de la administración pública y de servicios a la comunidad, pues es sede de cuerpos de seguridad y defensa, de tribunales, notarías y registros, bufetes de abogados y numerosas oficinas públicas. Muchos de estos servicios funcionan en locales “ad hoc” no diseñados para ello e incluso en casas ubicadas en zonas residenciales.

 La creación de un Centro Cívico le haría mucho bien a la ciudad. Puede ser un hermoso edificio o conjunto de edificios que ofrezca a las oficinas públicas unas óptimas condiciones para brindar sus servicios, con oficinas privadas y algunos comercios, centros de comunicaciones, espacios abiertos y jardines, buenos estacionamientos. En la Plata I entre las avenidas Bolívar, 6 y 5 donde funcionan actualmente el centro comercial La Plata y Pdval está el lugar ideal para este proyecto. Varias ideas y anteproyectos existen para estos propósitos.

 Los servicios personales como educación y salud atienden a la localidad y  a su área de influencia, así como los servicios financieros como bancos, seguros, oficinas contables, de impuestos nacionales y otros. Los servicios de hotelería y las actividades en torno al turismo son muy deficitarias, así como las actividades de recreación, el deporte, la cultura y los espectáculos. 

 La ciudad tiene un serio déficit de espacios verdes y para el disfrute del tiempo libre. Al norte está el club de los ganaderos con sus instalaciones para ferias de artesanía y ganadería, manga de coleo y otras instalaciones. Al lado están el polideportivo con el estadio de fútbol, canchas de tenis, de basquetbol y voleibol, piscina olímpica, residencias y comedores y otras instalaciones. Organizar adecuadamente todos estos espacios es una solución para que la ciudad cuente con alternativas de calidad en deporte y recreación. Por ser la encrucijada que ya hemos anotado, la ciudad presta importantes servicios de transporte, tanto de personas como mercancías e información, pero todas en forma muy deficiente. El terminal de pasajeros quedó mal ubicado y pequeño, pero puede servir para especializarlo en el uso de las rutas cortas dentro del área metropolitana. Para las rutas largas puede penarse en un terminal en el eje Valera – Trujillo. El aeropuerto en la vecina población de Carvajal  casi no  presta servicios de transporte de pasajeros. Esto es un serio problema para la competitividad y la eficacia de la ciudad.

 Ya anotamos los problemas del mercado mayorista y la búsqueda de una buena alternativa para que la ciudad preste este servicio con eficiencia es fundamental. Lo lógico para ser la construcción de unas buenas instalaciones en el eje Valera – Trujillo, con buena accesibilidad y los servicios de apoyo adecuados como bancos, restaurantes, hospedaje, etc.  

 Y por último es muy sensible el atraso de la ciudad en materia de accesibilidad digital. Una ciudad comercial y de servicios exige conexiones rápidas y seguras y es un asunto que es necesario atender debidamente.

 La industria manufacturera se localiza en la Zona Industrial “Carmen Sánchez de Jelambi”, al norte de la ciudad. Allí además se encuentran almacenes, talleres  y otras actividades relacionadas con esta función.

 La  creatividad y la innovación son funciones sustantivas de la ciudad que en Valera no encuentran mayores estímulos ni espacios adecuados. No cuenta con parques tecnológicos, ni normativas o programas de apoyo, ni siquiera buenos espacios para las conversaciones, convenciones o encuentros de innovadores, diseñadores, artistas, tecnólogos y creativos en general. Valera debe diseñar un plan especial para el estímulo de la creatividad, la innovación y el espíritu emprendedor. 

 Valera cumple otras funciones adicionales como ser centro para el periodismo regional, medios radiales y televisivos, comunicaciones electrónicas y otras.

 En el campo de sus funciones, Valera necesita definir bien sus vocaciones naturales, diseñar las funciones que quiere cumplir y los ámbitos territoriales que abarcaría, con el fin de trazar las estrategias necesarias, elaborar y ejecutar  los proyectos que la hagan mejorar sustantivamente su desempeño.

 La morfología de Valera está definida por la meseta que ocupa, las siete colinas que se reparten en ella y los tres ríos que la circundan. Todo el casco urbano es de un trazado tradicional castellano, de calles y avenidas perpendiculares, la avenida Bolívar que la atraviesa de norte a sur y las caminerías que se suben a los cerros. 

 La ciudad también ha ocupado de manera anárquica las vegas inundables de sus ríos y los muchos de los espacios que pudieron servir a un urbanismo formal se han ocupado sin orden ni concierto. Esto exige intervenciones para reubicar las viviendas de las áreas inestables y trasladarlas a zonas planificadas donde se puedan ofrecer los servicios adecuados.

 Valera puede mejorar mucho su aspecto prestándole el debido cuidado. Con estímulos para el mantenimiento de las fachadas, arborización de todos los espacios que lo permitan, reubicando los vendedores informales, rescatando los espacios públicos y otras acciones en pro de la estética urbana.   

 Valera no tiene un buen sistema de planificación y carece de planes de calidad actualizados. En consecuencia es fundamental para la ciudad contar con un buen sistema de planificación, con planes de desarrollo municipal, con planes para cada una de sus parroquias urbanas, el plan de ordenación urbana y los planes especiales.


Valera: ¿Competitiva?


El solo aprovechamiento de las ventajas geográficas hace que la competitividad de la ciudad  dependa demasiado de un tipo de factores fortuitos antes que de la fortaleza de su liderazgo y de la calidad de sus bienes y servicios. Una posición favorable y un emplazamiento apropiado no son suficientes para ser competitivos de manera sostenida  a lo largo del tiempo.

    Existen otras exigencias como el adecuado desarrollo de las empresas, su articulación entre sí, el desarrollo de su comunidad cívica, una buena gerencia urbana, procesos audaces de innovación y un adecuado marco de políticas públicas. 

 El inicio de la desaceleración del crecimiento económico del país o la concentración de ese crecimiento en el centro – norte –costero no encuentra a las empresas de Valera preparadas para competir, con muy pocas excepciones. Varias de sus empresas emblemáticas fracasan, las escasas entidades financieras locales quiebran, se hacen débiles las organizaciones empresariales o se mediatizan gracias al clientelismo y se burocratizan las instituciones públicas de apoyo.
 Incluso el proceso de descentralización, con la elección directa de alcaldes y gobernadores que se inicia en 1989, que tantos beneficios trajo para otros estados y municipios del país, en el Estado Trujillo y en sus municipios (con muy pocas excepciones) se tradujo en una multiplicación de los vicios del centralismo, con las consecuencias lamentables de políticas públicas erráticas, sin planes de desarrollo visionarios, con una gerencia pública sin profesionalismo, a merced del clientelismo y la corrupción. Condimentada esta situación como una comunidad cívica débil y demasiado dependiente de la generosidad pública.

 Ya Valera tenía problemas estructurales  importantes, superables si hubiese existido un verdadero Plan de Desarrollo Local y adecuados Planes de Desarrollo Urbanístico. Uno de los problemas más graves de la ciudad era la estructura de la propiedad de la tierra, pues apenas en 1971  siete (7) propietarios ocupaban cerca del 60 %  de las tierras del entonces Distrito Valera. De las 27.650 hectáreas registradas en el censo de ese año, 20.326  (casi el 75 %) se concentraban en 29 propietarios. El latifundio es el baldón de la ciudad de Valera, decía yo en 1986. (“Trujillo: el equilibrio fatalista). Por supuesto eso ha cambiado porque las propiedades se han dividido, lamentablemente muchas de ellas no conforme a un urbanismo moderno, sino que han sido simples ventas de lotes como si fueran predios rurales y no terrenos de altísimo valor para la adecuada planificación de la ciudad. 

 Con la formulación de políticas públicas acertadas la ciudad  pudiera haber enfrentado con éxito los desafíos que se le presentaban y aprovechar de manera más sostenida sus ventajas geopolíticas. Las estrategias atinadas y previsivas son el puente que permite pasar de una competitividad efímera, como las basadas en ventajas geográficas, en mano de obra barata u otros factores débiles, a una competitividad robusta basada en la  eficiencia urbana y en el desempeño interno de las empresas y organizaciones como la calidad del producto, la calidad del servicio o la innovación. También con el establecimiento de  “clusters” o cadenas productivas que le agregaran valor a los sectores tradicionales o que hubiesen atraído sectores emergentes.

 Ni Valera, ni Trujillo capital, ni el eje Trujillo - Valera, ni el estado Trujillo en general contaron con planes de desarrollo adecuado y sostenidos en el tiempo. Ganó la improvisación, el empirismo, el populismo y la demagogia y las ciudades y sus habitantes pagamos todos los costos de estas carencias, constantemente alertadas y con propuestas ofrecidas hasta de manera insistente. Para el año 2001 Valera tenía cerca del 58 % de su población viviendo en condiciones de pobreza extrema y otro 38 % en condiciones de pobreza. De cada cien ciudadanos de Valera 98 sufren algún tipo de carencia, según los datos de FUNDACREDESA. Hoy la situación ha cambiado, pero no de manera estructural. Las cifras se han suavizado pero no la esencia del problema.

 La ejecución de políticas gubernamentales desacertadas produjo inestabilidad y una pérdida de competitividad tanto de la ciudad como de todo el Estado Trujillo. No fue capaz la ciudad de aprovechar las ventajas apoyadas en factores como los que nos daban la geografía y la historia,  para desarrollar ventajas derivadas de la innovación, de la creatividad y de la preparación de sus talentos humanos.


Valera Hoy: Una Ciudad Fracasada 

Hoy Valera, a pesar de todas esas ventajas que le dan su geografía y su empuje inicial, luce como una ciudad fracasada. Valera, desde hace ya más de treinta años, ha crecido sin orden ni concierto, anarquizada, sin plan de desarrollo y sin ordenamiento urbanístico. La improvisación ha sido la ley en la ciudad. Las pocas obras públicas ejecutadas han sido realizadas sin visión futurista. Los servicios públicos colapsaron y se hicieron muy deficientes. El comercio informal privatizó los espacios públicos y la delincuencia se hizo dueña de todo. El transporte urbano es muy malo, de chatarras andantes. La basura no se recoge ni se dispone adecuadamente y la limpieza de las calles es muy deficiente. No hay espacios públicos de calidad  y la ciudad luce mal. Sus ciudadanos, en consecuencia, han perdido la estima por su lugar y entonces la conducta cívica se ha deteriorado.

 La ciudad, consecuentemente, perdió competitividad. No atrae inversiones. No se ha incorporado con audacia a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. La ciudad en el presente está mal, luce fea y ahora no presta buenos servicios ni a sus pobladores ni a los de su zona de influencia, que se ha reducido.

 Los empresarios reflejan estas carencias y ya no existen casas de comercio que abarquen los tan dilatados espacios del pasado. Apenas unos cuantos héroes se mantienen luchando, incluso creciendo, a pesar de la ciudad. Y las tendencias no avizoran mejor suerte. Los gremios que pueden alertar el deterioro han perdido fuerza y prestigio, o se han adecuado a los intereses de la codicia desaforada de los constructores o especuladores. O a la corrupción de los funcionarios. Los gobiernos de la ciudad en los últimos años han sido nefastos, corruptos y muy ineficientes, lo que se refleja en obras públicas que han deteriorado a la ciudad y la han agredido. Una ciudad fracasa si no ofrece a sus habitantes y organizaciones, y su área de influencia, unas elevadas condiciones de bienestar.  Fracasa si no ofrece claras reglas de juego,  un buen plan de desarrollo, si no ofrece horizontes, si sus servicios públicos son deficientes, si su calidad es baja, si la gerencia es improvisada. Fracasa si no produce innovaciones y genera en su entorno efectos positivos, en cambio sus efectos de polarización son muy débiles y no atrae sino problemas. Y difunde malestar, pesimismo y se crea en la propia ciudad y en sus alrededores círculos viciosos que multiplican las dificultades.

 Una ciudad es exitosa cuando ofrece alta calidad de vida a sus ciudadanos y atrae hacia sí diversos elementos de su área de influencia, entre otros, flujos de población, de capitales, de iniciativas, de mercancías, etc. También atrae gente de talento y personas innovadoras, que multiplican el adelanto de la ciudad, la potencian, creando de ese modo un círculo virtuoso de mejoras en la ciudad y en su gente. Y difunde innovaciones, promueve productividad, expande progreso creando a su alrededor un clima de bienestar.

 Pero Valera no es exitosa. Es muy grave la situación de Valera y los esfuerzos para revertir los daños representan enormes desafíos. 


Valera y sus Desafíos


Esta ciudad que nos agobia no puede ser la sepulturera de los sueños. La propia crisis tiene que transformarse en una oportunidad gracias a las energías positivas que emergen de sus ciudadanos y de sus organizaciones, en el marco de una visión audaz y desafiante.  Nos tenemos que negar a ser vencidos por una ciudad que tiene mucho potencial para ser mejor, pero que se niega año tras año, gobernantes tras gobernantes, líderes tras líderes, propuestas tras propuestas, a tomar las decisiones necesarias, radicales, para convertirse en la ciudad posible. Los sueños son las realidades por venir. Son las definiciones a futuro de los desafíos de la esperanza. Son las imágenes de la historia por construir. Son, en fin, las legítimas aspiraciones por construir un lugar digno donde vivir plenamente la fortuna de ser, de pertenecer y de compartir la cotidianidad. Los sueños son igualmente la rebelión contra la pasividad y el conformismo. La manifestación de que nos queda aliento para luchar, para proponer, para hacer cosas por el bien colectivo en aras de contar con espacios donde la vida sea más placentera, más productiva, más segura, más amable.

 Esta ciudad nuestra tiene muchas fortalezas, sobre todo en su gente que es buena y generosa, en su ambiente de mil verdes por todas partes, en su dinamismo y creatividad, pero le falta una voluntad colectiva que inspire una energía superior para unirse en torno a objetivos desafiantes. Le falta soñar en grande, para despertar a los gigantes dormidos.  

 Uno no pierde la esperanza que el tiempo llegará. Que la ciudad despertará de su pereza de tantos años y se dará cuenta que hay que decidir para avanzar hacia la ciudad posible. Que se sacudirá de su abulia y empezará a trabajar en serio para hacer la ciudad merecida. Que nos uniremos y soñaremos juntos. Y tendremos una ciudad limpia, un transporte eficiente, excelentes espacios públicos y la gente tendrá trabajo estable y seguro. Tendremos espacios culturales muy activos, los ríos cercanos serán lugares de esparcimiento,  los barrios serán estables y seguros. Y el gobierno local será eficiente y eficaz. Entonces la gente estará contenta y orgullosa de su ciudad, soñando estadios superiores de bienestar.

 Me niego a creer que la ciudad perderá la oportunidad de su Bicentenario para moverse. Me niego a pensar que esta inercia no tiene remedio. Me niego a pensar que aquí se está terminando la capacidad de soñar. La esperanza y la fe deben renacer. La capacidad de soñar tiene que florecer fecundamente. Y mover a la ciudadanía a construir la historia que queremos construir y vivir. 

 La ciudad tiene reservas y energías que la tienen que  mover con fuerza, para soñar y hacer la ciudad posible. Algo nos va a despertar. Algo nos tiene que sacudir para salir de este largo sopor que ha traído a esta postración de hoy. Tenemos que ser protagonistas de ese despertar para soñar despiertos y juntos una ciudad digna de esta comunidad, de estas familias, de estas mujeres, de estos niños. Digna de todos. Tendrá que llegar la hora de concretar la esperanza.

 Para revertir las tendencias negativas hace falta un esfuerzo muy serio y sostenido, con planes bien diseñados, que cuenten con  la asesoría de expertos y tomen en cuenta las experiencias positivas de otras ciudades. Valera merece mejor suerte y eso pasa por elaborar estudios de competitividad, de atracción de inversiones, de construcción de infraestructura y mejoramiento sustantivo de los servicios públicos. Por la puesta en marcha de planes urbanísticos audaces. Valera puede volver a ser una ciudad  “dinámica y progresista”, también sus empresarios. Pero hay que pensar y actuar con audacia.

 Esta es la época de la ciudad y del desarrollo local. Pareciera que estos tiempos de la globalización son también el tiempo de las ciudades. Así lo han entendido muchas, incluso de países en emergentes o en desarrollo y son fundamentalmente sus ciudades las principales protagonistas del cambio y el liderazgo.  

 Cada ciudad exitosa desde su propia realidad, su tamaño, su historia, su localización y demás circunstancias plantea sus desafíos hacia el futuro, y lo va construyendo, paso a paso. Así se constata como cada día se suman más y más ciudades al camino de la innovación, de la creatividad y del éxito.


Valera en la Revolución del conocimiento y la Globalización 

Tres grandes revoluciones tecnológicas, o en los sistemas productivos, ha vivido la humanidad. La  revolución agrícola, la revolución industrial y ahora la revolución del conocimiento. En cada una de ellas han existido expresiones territoriales particulares. Con la revolución agrícola terminó el nomadismo y surgieron los centros poblados estables. Con la industrial, las aglomeraciones urbanas se hicieron gigantescas. Con la revolución del conocimiento se perfilan nuevos roles urbanos, pero la ciudad sigue siendo la protagonista.  Una de las expresiones político-territoriales de esta revolución es, sin lugar a dudas, la Globalización.

 Seis nuevas tecnologías conforman –básicamente- la sociedad del conocimiento y cambian al mundo: la microelectrónica, las computadoras y demás aparatos de procesamiento de datos, las telecomunicaciones, los nuevos materiales, la robótica y la biotecnología. Los  impactos cambian todo el modelo de funcionamiento de la sociedad y la economía y entre los más importantes está la globalización, entendida como la creciente integración económica entre bloques en el ámbito planetario,  la extensión mundial de la información, el conocimiento, los usos y costumbres, los modelos de desarrollo, la extensión de los ámbitos de libertad,  democracia y de justicia.

 También se extienden, lamentablemente, la codicia y un modelo que, sin entender ni respetar las particularidades de cada comunidad, les imponen una economía que privilegia el consumo y la especulación financiera que causa una inequidad jamás vista en el planeta. 

 Pero a la estandarización del consumo y a la generalización de unos mismos usos,  modas, estilos  o prácticas  surge otro impacto,  la “lugarización” o el localismo, que  es la contrapartida a esa tendencia homogeneizadora y que, por el contrario, busca la  identidad personal y local y privilegia lo autóctono, lo vernáculo, lo natural y lo singular. Tiende a la heterogeneidad. 

 En las ciencias geográficas la palabra lugar encierra una concepción  muy especial.  No solo es un sitio, barrio, pueblo o comarca.  Es además su paisaje propio que le da  singularidad.  Es una síntesis de sus componentes físicos y humanos. Es el resultado de su historia en ese marco natural específico. El lugar es una síntesis geohistórica concreta.  

 Frente a la globalización, que tiende a desdibujar la singularidad de las personas, la puesta en valor de los lugares tiene que ver con la satisfacción de la necesidad de identidad, personal y comunitaria. La gente busca reencontrar su propia singularidad  y la  de los que con ellos viven. Reconocerse como únicos  en  esta “aldea global”, en este mundo donde todo el mundo se parece en su estilo de vida. Es la vuelta al individuo o, mejor dicho, a la persona. Esta búsqueda de singularidad hace que la gente empiece a valorar lo que la identifica y la separa de los demás. En los barrios y en los pueblos la arquitectura típica es resguardada o restaurada, su folklore es de nuevo puesto en vigencia, se aprecian de nuevo los viejos platos de la culinaria tradicional, se rescatan los recuerdos que hicieron hitos en el desarrollo del lugar, se cuida la calidad de vida comunitaria y se muestra con orgullo el resultado de ese proceso. 

 Isaiah Berlin afirmaba: “No deseo abandonar la creencia de que un mundo que constituya una gama razonablemente pacífica de muchos colores, en el que cada porción desarrolla su propia identidad cultural definida y tolerante con las demás, no es un sueño utópico”. “Si de algo tengo certeza, después de haber vivido tanto tiempo, es de que, tarde o temprano, la gente se tiene que rebelar contra la uniformidad y los intentos por establecer soluciones globales de cualquier tipo”. (Berlin, 1992)
 Las consideraciones relativas a la “lugarización” tienen varias  consecuencias, tanto en el orden social, como político-administrativo.

 La gente se convence de que su calidad de vida y su prosperidad dependen fundamentalmente de su propio esfuerzo y entonces se organiza para hacer  las cosas  que considera necesario. No espera que  las  autoridades resuelvan  los problemas. La gente toma conciencia, se organiza  y actúa. Es la vuelta a la comunidad y a la sociedad pluralista. Es el renacimiento de la “Sociedad Civil”.  Ya lo afirmaba el líder sudafricano Nelson Mandela (1996): “las comunidades están tratando de encontrar nuevas formas de conducir la política”. 

 Por su parte, los gobiernos también toman conciencia de esta realidad y  se convencen que desde estructuras altamente burocratizadas  y centralistas, lentas y costosas, nada pueden hacer en un mundo que demanda  soluciones rápidas y localizadas. Los  grandes  sistemas públicos empiezan, a veces a su pesar, a descentralizarse y a introducir  criterios de administración más ágiles y creativos, que toman en cuenta a la demanda real y sentida de la gente. Lo mismo hacen las empresas.

 La globalización impone desde el punto de vista político entes de gobierno supranacionales, ya no solo desde el punto de vista de integración económica, sino en muchos otros ámbitos. También impone por el otro lado un incremento sustantivo de las competencias de los entes locales y regionales. 

 La globalización se expresa fundamentalmente en flujos de información, de bienes y servicios, en cambio, la lugarización se expresa en la calidad de la vida local y su  competitividad global. Lo local es el ámbito de gestión de lo global, de allí la nueva importancia estratégica de la ciudad, su nueva naturaleza. 

 Los procesos del relanzamiento de la ciudad de Valera tienen que estar enmarcados en estas nuevas realidades y tendencias. Total que la ciudad es nueva y le gusta la innovación. Su población es joven y emprendedora. La propia ciudad es nueva, sin añejos monumentos que conservar, ni casco antiguo que poner al día. Casi todo puede ser renovado, apenas la Iglesia de San Juan Bautista y alguna que otra casona o los restos de algún trapiche merecen el resguardo. Valera puede hacerse de nuevo casi toda.

 Por otra parte existe una tendencia a la dispersión urbana y a la creación de unas especies de mallas territoriales residenciales o se servicios, que alivian la presión de los cascos centrales. Por ello es importante que la renovación de Valera se realice en el marco de su área metropolitana y del eje Trujillo – Valera – Monay y de las áreas rurales, tanto de la zona baja como de las tierras altas. La cooperación de las ciudades vecinas en un esfuerzo conjunto de renovación de los tejidos urbanos es fundamental.

 Además tomando en cuenta los desafíos de la sustentabilidad y los compromisos establecidos en el marco de la Carta de Río, las Metas del Milenio y otros mecanismos institucionales. Para ello son también necesarias las relaciones de la ciudad con el sistema de las Naciones Unidas, con el Banco Interamericano para el Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, la Unión Europea  y con otras entidades que ofrecen cooperación y conocimientos de buenas prácticas para ciudades intermedias que quieren renovarse. Las experiencias de las redes de ciudades sustentables, de ecociudades, de ciudades innovadoras, de biociudades, de urbes exitosas serán de enorme utilidad en este esfuerzo de relanzamiento de Valera. 

 Cuatro elementos fundamentales, perfectamente interrelacionados en un sistema muy dinámico, son marco de referencia: 

a) El bienestar de los ciudadanos, traducido en satisfactorios niveles de salud, educación, recreación, trabajo, servicios de transporte, conectividad, espacios públicos de calidad, entre otros. 
b) La productividad y competitividad de la ciudad y de sus empresas. Las cadenas productivas, la innovación, el desarrollo del espíritu emprendedor, la atracción de inversiones, entro otros. 
c)  La integración sociocultural de sus habitantes, no solo en cuanto a la trama urbana, sino en los niveles de participación, cobertura de los servicios, compartir espacios comunes y sobre todo el vivir con entusiasmo una visión de ciudad construida por todos. 
d) La gestión política, su representatividad y su eficacia. El liderazgo político de la ciudad es quizás la pieza más delicada del sistema y de los procesos. Lo que exige una gran madurez de los ciudadanos y adecuados canales de participación política.

 Por otra parte, la capacidad de las empresas, de las organizaciones, de las familias, de la gente, es decir, de la ciudad, depende hoy fundamentalmente de tres condiciones:

1) De la infraestructura tecnológica con que se cuente y la calidad de acceso a redes globales. La conectividad y la innovación urbana.
2) La existencia de recursos humanos de vanguardia. 
3) Unas condiciones de vida satisfactorias.

La gestión del hábitat urbano está en la base de la productividad y la competitividad y esto es básicamente responsabilidad de los gobiernos locales, en articulación con las empresas y los entes cívicos.

 Las ciudades son también la base para la diversidad y la pluralidad, para el reforzamiento del particularismo  histórico y  territorial. Son las ciudades las que están tomando la vanguardia para reforzar la identidad, asunto que está tomando lugar primordial en sus planes estratégicos. También la consideración de los nuevos actores urbanos: las mujeres, los niños y los ancianos, no solo como usuarios de la ciudad sino como  participantes en la toma de decisiones. Ya no bastan las políticas urbanas tradicionales, por muy eficientes que estas sean, si están desfasadas de los desafíos de la globalización de la economía, de los avances tecnológicos y de la sociedad del conocimiento. Estamos en la sociedad de la descentralización, de lo local y regional articulado con redes de cooperación  de diversa índole, locales y globales.

 Cuando se  habla de conectividad urbana se refiere al vínculo de la ciudad con las redes de comunicación y sistemas de información regional, nacional y mundial, empresas, con los paisanos que se fueron y pueden aportar ideas o proyectos,  con otras ciudades, con organismos multilaterales de apoyo al desarrollo local  y otras entidades.

 Cuando hablamos de innovación urbana nos referimos a la capacidad instalada de una ciudad para generar nuevos conocimientos, nuevas actividades económicas, nuevos productos, nuevos servicios. Nos referimos a la  gestión del conocimiento aplicado a la ciudad, sus centros de investigación y desarrollo (I+D), su espíritu emprendedor. La calidad de vida se refiere no solo al bienestar que debe ofrecer la ciudad a sus habitantes, sino a su capacidad de ofrecer una calidad urbana que atraiga o retenga a los grupos humanos de vanguardia.


De  la Valera Fracasada a la Valera Exitosa 

Valera tiene que enfrentar muchos desafíos si quiere convertirse en líder del proceso de desarrollo para todo el estado Trujillo. Es más, diría esto en relación al Eje Valera – Trujillo concebido como una sola conurbación, junto a los demás centros poblados intermedios. Entre esos desafíos se pueden anotar los siguientes:

1) Ofrecer una alta calidad de vida con mejores servicios, seguridad ciudadana y justicia. La educación y la salud de calidad. Los derechos urbanos (de las mujeres, de los niños, de los ancianos). El derecho del peatón a las aceras, a la iniciativa económica, a los servicios, a la convivencia. A la identidad. Desarrollo de una cultura urbana y mejor ciudadanía.

2) Desarrollo de la economía urbana sana y solidaria. Crear las condiciones para insertar sus sectores productivos en la nueva economía. Promoción de la competitividad y la productividad, atracción de inversiones, emprendimiento tecnológico, apoyo a la pequeña y mediana empresa y a la economía familiar.

3) Desarrollar una nueva infraestructura urbana con serio acento en la conectividad con las redes de información, con la puesta al día de la vialidad con su región (acceso  al sur del Lago, a la Costa Oriental, a las zonas altas, etc.)  y con la infraestructura adecuada para la cabal prestación de sus servicios (centros cívicos, edificaciones oficiales). El urbanismo, la vivienda y el medio ambiente (los espacios públicos) son prioridades a resolver. La estética urbana hay que atenderla (en una ciudad el camino más corto entre dos puntos es el más hermoso).

4) Resolver el problema de la integración social. Esta es una tarea enorme, gigantesca. Se trata de la incorporación de los más pobres a la economía formal y a la ciudad formal. Erradicar la exclusión social y territorial.

5) Es necesario considerar la dimensión regional,  nacional e internacional. El desafío es desarrollar mejor la  centralidad que ya tiene  la ciudad por su vocación geohistórica. Establecer una adecuada relación política con los niveles regionales y nacionales, así como asumir la actuación internacional de la ciudad.

6) Enfrentar con seriedad la gobernabilidad y la sustentabilidad de la ciudad. Se trata de organizar el gobierno de la ciudad para que sea capaz de asumir estos desafíos. Con estructuras lentas, clientelares, sin adecuada preparación técnica, sin creatividad y carentes de entusiasmo no se podrá avanzar hacia la ciudad que queremos. Es necesario enfrentar el tema de la sustentabilidad financiera de la ciudad para que ésta cuente con los recursos para atender estos desafíos.

7) Convocar al talento de la ciudad para soñarla y proponer políticas públicas audaces, pertinentes, innovadoras y bien sustentadas. Sus universidades, sus intelectuales, sus emprendedores, sus artistas, líderes religiosos y sus líderes sociales deben incorporarse con generosidad a la tarea de reunir ideas y consensos en torno a la ciudad posible, a la Valera que debe emerger.

8) El Gobierno local debe cambiar cualitativamente: pasar a ser promotor, líder, emprendedor, innovador, audaz, integrador de todas las energías presentes en la ciudad, un innovador democrático. Muchos de los éxitos logrados por las ciudades emergentes se deben a la fuerte personalidad de los alcaldes que han asumido el liderazgo de la ciudad. A veces el liderazgo local lo puede asumir inicialmente otros actores, pero debe estar muy bien articulado y sin la participación de la autoridad política es muy difícil.

9) Estos desafíos EXIGEN un proyecto de ciudad. La experiencia demuestra su utilidad. La diferencia entre una ciudad fracasada y una exitosa casi reside exclusivamente en esto. Los éxitos han obedecido a un proceso de transformación que se basa en  la toma de conciencia del desafío dada la crisis que se enfrenta,  la concertación entre los actores urbanos en torno a un proyecto de ciudad y la generación de un liderazgo local proactivo.  Es fundamental la determinación conjunta y el consenso ciudadano para que la ciudad dé un salto adelante, desde todo punto de vista. El PROYECTO DE CIUDAD es fundamental, si moviliza a los actores públicos y privados y se ejecuta desde el principio. Debe despertar o construir el “PATRIOTISMO URBANO”. Es un proyecto de movilización ciudadana y de promoción interna y externa. Es un proyecto de autoestima ciudadana. La excusa para dar el salto adelante puede ser la propia crisis, un evento, una fecha importante como los doscientos años de la ciudad o los doscientos años de los “Tratados de Trujillo” en el año 2020.


Algunas ideas puntuales Ciudad sostenible

 La Agenda 21 es la iniciativa que desde las Naciones Unidas se adelanta para hacer un desarrollo humano más sostenible. De allí se desprenden varias agendas sectoriales, entre las cuales se encuentra la “Agenda 21 Local” o el Programa de Sustentabilidad para las ciudades. En algunos lugares a este plan también se le llama “Eco – ciudades”, “Ciudades Verdes”, Ciudades Sostenibles” o Sustentables. El  programa promueve la gestión del ámbito municipal a través de un proceso altamente participativo,  transparente y abierto de investigación de la situación del territorio, el establecimiento de los objetivos hacia la sostenibilidad y  el trazado de las estrategias para alcanzarla.
 Entre los objetivos del Programa Ciudad 21 están:

• El uso sostenible de los recursos naturales en las ciudades 
• La gestión sostenible de los residuos urbanos 
• El manejo racional del ciclo del agua 
• El uso racional y eficiente de la energía 
• La mejora de la calidad del medio ambiente urbano 
• La mejora del paisaje y las zonas verdes 
• La protección de la flora y la fauna 
• La calidad del aire 
• La protección contra la contaminación acústica 
• La movilidad urbana 
• Los planes de educación y formación ambiental 
• Participación, planificación y cooperación ambiental 
• Las propuestas de indicadores básicos de medio ambiente urbano 

 La red que desde las Naciones Unidas, o desde las propias ciudades, regiones, o países, se ha establecido extiende un sistema de cooperación y asistencia técnica y financiera que ya produce excelentes resultados. Pongamos un dato: el programa de sustentabilidad de Andalucía ya cuenta con 231 municipios afiliados, ojo, solo en esa autonomía española. En el mundo son miles.

 Las ciudades avanzan rápidamente y sustantivamente en el mejoramiento de su calidad de vida. Además se apoyan unas a otras o encuentran asesoramiento y financiamiento en diversas organizaciones multilaterales, en los gobiernos nacionales o regionales o en cientos de organizaciones no gubernamentales.

 Ninguna de nuestras ciudades andinas ha acudido a este programa, ni vemos registro alguno de ciudades venezolanas, lo que es de lamentar. Ojalá que algunas de ellas tomen la iniciativa, pues la calidad de vida urbana cuenta para la mayoría de la población.

 Valera tiene enormes posibilidades de ser una ciudad “dinámica y progresista”, una ciudad jardín, tal como lo propusieron un buen número de dirigentes comunitarios al calor de la Escuela de Liderazgo y Valores de la Universidad Valle del Momboy. Sólo que se necesita una gran voluntad, tanto para diseñarla como para hacerla.

 Dentro de la propia ciudad, el Zanjón del Tigre es aún en muchos sitios rescatable. Esa posibilidad de tener un jardín a lo largo de toda la ciudad no se ha perdido del todo y puede ser la base de un punto emblemático de la urbe, que le dé unidad a la ciudad, en vez de tener como tal a la Avenida Bolívar, que la parte en dos.

 Es necesario elaborar un proyecto de revitalización del centro, con la Plaza, los edificios públicos y el templo de San Juan Bautista como foco de una serie de bulevares conectados con la iglesia de San José hacia el oeste y con la iglesia de San Pedro y la Plaza Sucre al este.

 Las siete colinas representan también un invalorable recurso estético. Por ejemplo pueden ser sembradas de trinitarias de diversos colores, agregándole al entorno urbano un hermoso mosaico cromático. “Si no hay estética, no hay ética”. Podríamos tener como costumbre y como norma que todas las edificaciones de la ciudad incorporen elementos vegetales, de manera que se refuerce por obra de sus ciudadanos lo que la naturaleza nos dio. Y que sus calles tengan árboles y flores.

 El Ateneo de Valera merece su culminación. Sus actividades, sus puertas abiertas a todos y su admirable trabajo siempre desmienten a los mezquinos que la atacan y se erige como un símbolo de la ciudad al trabajo, a la entrega, al pluralismo, a las artes y a la elevación del espíritu. Ese es el corazón cultural de la ciudad y uno de sus timbres de orgullo. Por eso debe adelantarse la terminación del edificio anexo y concebir ese entorno, con el parque vecino, el Albergue Turístico y otros terrenos que quedan por allí, como el complejo cultural de la ecociudad de Valera.

 La ciudad puede volver a ser “dinámica y progresista” pero eso requiere determinación, estudios y proyectos. El análisis de competitividad es necesario así como el diseño de un plan de atracción de inversiones. Diseñar sus “clusters” o encadenamientos productivos más factibles y dedicar buen tiempo a desarrollarlos. Sin inversión no hay puestos de trabajo y sin ello no hay manera de superar la pobreza y avanzar en la  mejora sustantiva de la calidad de vida.

 Y, para ser competitiva, Valera tiene que telematizarse. Todos debemos tener acceso a Internet inalámbrico en todas partes: edificios, casas, calles y parques. Y desarrollar contenidos sobre lo que somos, tenemos y sabemos, y sobre lo que soñamos.

 Elaborar el Plan de Desarrollo Urbano a veinte años, junto al plan del eje Trujillo – Valera, al Plan de Desarrollo Urbano de Trujillo y al Plan de Desarrollo del estado Trujillo. Valera está íntimamente vinculada al sistema de ciudades trujillanas, del cual es su nodo principal, por lo tanto su desarrollo no se puede planificar aislado del resto. Resolver los graves problemas causados por el urbanismo irresponsable, determinar sus responsables y aplicar las sanciones establecidas en la normativa.

 Construcción, sin pausas y sin corrupción, las vías definitivas: - Terminar la vía Las Pulgas – La Floresta con sus empalmes al centro. - Construir la marginal del Momboy, desde la Zona Industrial hasta Carmania, con sus empalmes. - Ampliar la Avenida Bolívar hasta Carmania y luego la vía hasta La Puerta. – Terminar la vía El Cumbe – Carvajal. - Construir una segunda entrada a la terraza de Valera por la subida del río. – Empalmar la Floresta con la calle 16 hasta la Av. 4 y ampliar esta vía hasta la subida del río.

 Paliar la situación de emergencia con educación ciudadana, sanciones fuertes a los infractores, evaluar la señalización vial y hacer las modificaciones que se necesiten pero con abundante señalización y difusión. En muchos sitios se puede mejorar la situación con pequeñas ampliaciones de la calzada, con desvíos para paradas de transporte público. También deben estimularse la construcción de estacionamientos.



Valera Habla  

Las ciudades hablan. Dicen, con sus calles y edificios, con sus plazas y parques, con sus servicios y, sobre todo con su gente, quiénes son. Alguien dijo que cada casa es una palabra, cada cuadra una frase, la manzana una oración. Y así la ciudad construye sus textos que, como todos los textos, cada quien lee o dice según su particular manera de ser. 

 Los múltiples elementos de la ciudad, su clima, su forma, su historia, sus relaciones, funciones, símbolos, leyendas, costumbres y su cultura generan identidades, que pueden llegar a constituir una síntesis, difusa o precisa, que la identifica. “La ciudad luz”, “La ciudad eterna”, “La meca del juego”, “La ciudad tres veces santa”, “La gran manzana”, “La ciudad prohibida” son apelativos de ciudades que todo el mundo identifica como París, Roma, Las Vegas, Jerusalén, Nueva York o Pekín.  

 La ciudad entonces tiene un lenguaje, o mejor dicho: lenguajes. Cada sector, cada calle o avenida, cada parque tiene en sus formas y colores, en sus olores, en sus actividades y en su gente tiene unos mensajes. Cada parte de la ciudad habla.  Pero toda ella algo dice en toda su enorme diversidad. De allí que su solo nombre evoca lo sustantivo de la ciudad. Su identidad. O como se dice ahora en tiempos de mercantilismo: su marca.

 La ciudad puede ser leída por sus habitantes, pero también por los visitantes, cercanos o lejanos, que a ella vienen. Cada quien tiene una lectura de la ciudad o de cada sector de la ciudad. Recibe el lenguaje de cada lugar de la ciudad, percibe sus símbolos, sus textos y los lee y traduce a su propia percepción. 

 Uno siente que Valera nos dice muchas cosas. Algo nos dice el centro con su Iglesia de San Juan Bautista  y su plaza Bolívar. Algo nos dice la sede del Gobierno Municipal, que podría ser – como son en la mayoría de las ciudades decentes– un edificio orgullo de la ciudad. Algo nos dicen las ruinas del teatro Libertad y del teatro Valera, sin teatro y sin cine. Y el descuidado aspecto de su entorno. El centro de Valera gime.

 Cómo se lamentan las calles aledañas llenas de casas en ruinas y terrenos que lucen desidia y abandono, en día guardan carros y en la noche los tarantines del comercio informal. El dinamismo del centro con su activo comercio es un martirio al que la gente se acostumbró, saltando entre cajas y huacales, con las aceras privatizadas por los comerciantes, sucio, maloliente y peligroso.

 La zona del mercado grita que tanta frutas y verduras, con sus aromas y colores, pueden ser uno de los mejores atractivos de la ciudad y no esta deprimente feria de sucio y polvo, barro y porquería. Lamenta que los suculentos platos de la criolla gastronomía que allí se ofrecen pudieran ser degustados en un ambiente decente. 

 Cada uno de los barrios y urbanizaciones tienen su propio mensaje, todos con sus lamentos y sus propuestas, todas ansiosas de salir adelante con las energías positivas que guardan en su seno.  Pueden ser lugares de activa vida comunitaria, como algunos lo fueron. Pongo por caso el Lasso de la Vega, donde viví mi adolescencia y donde conocí al Padre Juan de Dios Andrade, a Salvador Valero y muchas familias fundamentales para la cultura de la ciudad. Las siete colinas le dicen, desde sus alturas, a toda la ciudad que pueden ser los mejores exponentes de la decoración urbana, solo si se les estimula a mejorar su hábitat y a sembrar con plantas de colores sus faldas.

 ¿Qué cree usted que nos dice el río Escuque cuando pasa por los Bambúes y pasa por Las Pulgas, sigue por la ciudad deportiva, San Rafael y se entrega al Motatán? ¿Qué nos estará diciendo el Momboy, cantado por Régulo Burelli Rivas, cuando va entre Agua Clara y Jeromito? ¿Y cuando se entrega al Motatán? ¿Qué nos dirá el Zanjón del Tigre que nos ofrecía sus caracolíes y sus higuerones por todo el medio de la ciudad y que fueron talados para ponerle placas de concreto?    ¿Y qué nos dirá el Motatán, antes el orgullo río padre de los Timotíes, hoy una acequia maloliente?
 Adriano González León nos tradujo algo del mensaje de la ciudad, en un sentido escrito publicado en  El Nacional el día jueves 12 de octubre de 2006. 


“Valera no vale hoy”

En los recuerdos, desde lejos, los pájaros y las colinas siempre estuvieron pendientes. Ciertas lunas espectaculares en el borde de las montañas lejanas y el rumor de los ríos Motatán y Momboy... mas ciertos cohetes, las discusiones en la plaza Bolívar, los juegos en la plaza del Llano, después llamada Sucre, ciertas ventanas donde uno esperaba se asomara la muchacha, como se dice, cursimente, de las canciones y los sueños. 

Hubo una cierta Valera de calles que iban a parar a las nubes. Hubo un hecho cultural, un periódico, un liceo, unas novias lejanas con las cuales, ciertos domingos, se podía pasear en las retretas. El ateneo era como la marca de los grandes acontecimientos y la catedral que se levantaba con sus arbotantes, sus ventanales y sus ojivas, con las torres agudas, en un permanente desafío a los vientos. Hay miles de cosas entre fiestas y cohetes, los cañaverales, cierto rumor secreto por las noches, el esplendor de las amanecidas, las primeras lecturas, los primeros escritos, el primer artículo en el diario El Nacional cuando apenas se cursaba el cuarto año de bachillerato y la sorpresa entusiasmada de la ciudad.

 A esa ciudad donde nací he vuelto ahora y encuentro el mismo sol quemante y sobre todo la misma luna resplandeciente, siempre mandando sus mensajes de bruja. Más de seiscientos graduandos del Instituto Universitario Tecnológico me ofrecieron un padrinazgo que fue celebrado en un amplio recinto, con el entusiasmo pleno de alumnos y profesores a la hora de recibir sus diplomas y los saludos, las emociones, los brindis y los abrazos con amigos que no veíamos desde hace mucho tiempo. 

Menos mal que ocurrió todo eso, porque me ayudó de escudo contra la visión pavorosa de la ciudad... Jamás me hubiera imaginado semejante catástrofe de basura, de buhoneros trepados hasta en el altar mayor, de avenidas intransitables por el tráfago más absurdo que puede haber en el mundo, por lugares donde los edificios lucen derruidos, por calles descoloridas y una de ellas hasta dedicada a mi nombre, pero el letrero dice Adriano González, lo cual menguó el alto honor, pero después observé otras vías con nombres incompletos y sobre todo una llamada Mario Briceño, que puede llenar de confusión a los transeúntes. Hay 4.000 pulperos en el estado Trujillo que se llaman Mario Briceño. 

Pero Mario Briceño Iragorry o Mario Briceño Perozo sólo hay dos que nos cubrieron de historia y dignidad ciudadana, y no se les puede dar un apelativo al cual solo le falta agregarle “Víveres y Frutos. Licencia de Expendio”, para convertir a los dos historiadores en bodegueros eficientes. Es la seña más evidente del desastre municipal, de la incuria, el desorden y la incapacidad de unas autoridades que en todo el Estado muestran su desastrosa administración y que harían sonrojar al más viejo “cuicas” o al mismo Diego García de Paredes, porque Trujillo, la capital, no se queda atrás, ni tampoco Boconó, que era llamado “el jardín”. Sin embargo, volvamos a Valera que era la meta inicial.

 Estuve al anochecer en la plaza Bolívar. Solitaria. Entristecida. Con cuatro feas fuentes en los cuatro costados, para jugar al trabalenguas. Los edificios de los cines vecinos casi destruidos. La basura, dejada por los buhoneros, se acumula en las calles vecinas, en las otras calles, y sólo será recogida, supuestamente, al amanecer. Me senté en un banco con Marlene, la hasta ese día eficiente presidenta del ateneo. Nos pusimos a recordar cosas, como uno dice. Yo, solitariamente, cargaba con mis recuerdos, mis visiones, mi antigua alegría con los mangos y caujiles. Recordé que en las viejas tradiciones se hablaba de un personaje que había dicho “Valera Valerá”. Semejante desafuero verbal, servía, de todos modos, en su juego de palabras, para darnos ánimo. El mismo que recibimos de estudiantes y profesores, de los nuevos poetas, y el contar con dos diarios que tienen la garra y la tenacidad necesarias, la buena escritura, para ayudarnos a salir del desastre. Recordé un conjunto excelente que habíamos escuchado en un lugar nocturno. Y miré hacia lo alto. Las torres góticas y altaneras permanecían con su vieja reciedumbre. Casi escuché las campanas. Ellas anunciaban, sin duda, una posible resurrección”. 


Apéndice I: Susana Quintini. 

La ciudad íntima Me piden una ponencia sobre la Valera que sueño; pues bien, quiero decirles que no deseo hacerla; a lo sumo puedo compartir  mis sentimientos y mi íntima relación con esta ciudad.

ESTACIÓN I 
La Valera de mis encantos 

 Declaro que soy vecina y nativa de esta tierra de Mercedes Díaz; que nací en el Hospital Nuestra Señora de la Paz, un día de diciembre del año 54 y que en mi infancia conocí una urbe que crecía con la faz limpia y ordenada de quien se levanta temprano y dibuja en su rostro la sorpresa del agua al amanecer. 

 Esta cálida ciudad tenía calles y avenidas limpias, no espacios para lanzar la basura de cualquier tipo;  tenía comercios, no esqueletos callejeros; tenía plazas llenas de música, no reductos de escoria; en fin, tenía ciudadanos, no simples habitantes.

 ¿Cómo olvidar los dulces que vendían las señoritas La Riva en la calle 12? Ni qué decir de las deliciosas barquillas de la Heladería Roma, o a mi tía Hilda Pacheco obsequiando a sus huéspedes y comensales con la dulzura que al amanecer nacía de sus manos vírgenes. Cómo no aludir  a mi padre, Rafael Quintini, en el Café Isorano compartiendo con un amigo sus impresiones sobre la naciente democracia o a los señores que se sentaban en la esquina de la plaza Bolívar a conversar sobre los pormenores de la naciente urbe. En mi memoria tiene un lugar especial la imagen de mi madre, Amenaida Pacheco, en la avenida nueve, en su Jardín, ofreciendo lo último de la moda a las señoras y señoritas de verdad, como ella dice.  Ni qué decir del antiguo mercado, caótico y ordenado, donde el Hombre del Anillo nos vendía los dulces higos que bajaban de las tierras altas o los plátanos que, generosa, enviaba la Zona Baja. 

 Luego vinieron años de la adolescencia; y con ella las dudas,  los años del Liceo Rafael Rangel:  

Allí no se aprendía nada que la vida no pudiera enseñar es que era la vida misma
Los amigos y los no amigos convivíamos en un mismo universo y todos fraternalmente (a veces no tanto) descargábamos con la gracia y la torpeza permitidas por los años nuestra intensidad
Nada se nos negó Fuimos dueños permitido / prohibidono tenían fronteras Es que allí por una vez fuimos irreverentemente sabios

Susana Quintini: Irreverentemente sabios


 Los recuerdos viajan en olas tumultuosas sin orden cronológico: la Escuela Santa Rosalía con la firme autoridad de la señorita María Rosario, la Escuela Eloísa Fonseca,  el Semanario El Tiempo, el Ateneo, el Teatro Libertad, el Padre Andrade y su irreverencia ante la dictadura…  Es que la extensión de la ciudad era del tamaño de nuestros años, un lugar donde el orden y el respeto imperaban. 


ESTACIÓN II 
La valera de mis desencantos:  

 A veces creo que Valera es un espejismo que se nos convierte en  pesadilla. Luego vinieron los años de la Universidad en Mérida, pero las vacaciones en Valera.  Vimos entonces cómo la ciudad amada se iba marchitando y cómo el perfume de otros tiempos daba paso a la pestilencia visual, olfativa, auditiva, moral que con escasas excepciones hasta hoy impera. Las hermosas cornisas dieron paso a edificaciones que nada decían de la gente noble de otros tiempos. La ciudad se iba enajenando, llenándose de personas extrañas  a quienes no enseñamos a vivir en ella; irrespetamos el legado de nuestros antepasados.


Al ritmo de canciones ajenas entre la calle Sucre y  otra que no sé un esqueleto recoge esperanzas entre latas vacías
Entre pestilencias donde hasta la sombras huyen impotentes la noche avanza y en una esquina se cuecen, trasnochados panes
Allí unos burdos amantes se interrogan anudados por las ganas y navegan en momentánea demencia

Susana Quintini Nocturno, nada romántico

 Mientras que en otras ciudades convirtieron las edificaciones antiguas en lugares de encuentro para propios y visitantes; nosotros, impávidos, dejamos que derrumbaran una hermosa joya arquitectónica como el Cinelandia; dejamos que destruyeran por dentro el Teatro Libertad, del que sólo sobrevive precariamente el artístico mosaico que, tesela a tesela, desaparece ante nuestros ojos como el alma de la ciudad.

 Tanto discurso dicho, tanta palabra vacía y la ciudad sigue ese torcido camino hacia la desaparición de su identidad. Es que ya ni siquiera sé si existimos, a veces creo que Valera es un espejismo y no sé si llamarla Comala en vez de Valera.  Huidobro afirma que:

En las ciudades 
Hablan 
Hablan
 Pero nadie dice nada
 La tierra desnuda aún rueda 
Y hasta las piedras gritan 

 Un día abrimos los ojos y lo que vimos fue este mamotreto pintarrajeado y obsceno haciéndose eco de innobles formas de gobernar y de convivir, al cual nadie reconoce como propio. Sentimos que la ciudad se nos moría por dentro, y nosotros con ella pero que aún en esta agonía la seguiríamos amando y no pensaríamos en irnos porque: 


Esta isla de tierra despedazada por los malos pasos aburrida de tanta esperanza asume el destino de los irrelevantes a veces como reducto para los ilusos a veces como espejismo para desahuciados
En esta isla preñada de basura un sol perdido se desplaza sobrevive y entre buenos y malos argumenta su  inocencia
Tan amada por unos Tan usada por otros con los huesos al aire nos reclama desde otros tiempos A pesar de los ignorantes a pesar de los  indolentes y  sus caminos perdidos
Aunque los necios se consuman en su desvarío y sueñen con paraísos lejanos
Esta isla es mía desde la aurora hasta el ocaso
Es que la ciudad duele en carne viva 

Susana Quintini Con la ciudad por dentro


ESTACIÓN III 
La Valera que sueño 

 Esta ciudad de brazos cálidos y generosa entrega merece un mejor destino; no  podemos continuar abandonándola  a  la indolencia, al maltrato, al irrespeto de quienes la usan y nada bueno le retornan.  

Valera, tan malquerida por sus habitantes, sometida a quienes cotidianamente violan su integridad y pisotean su calidez. Pareciera que los valeranos viven aquí, soñando con irse y en ese trayecto terminan quedándose, pero con los ojos y el alma puestos en otra parte; sin ofrecerle su amor, su talento para organizarla, para hacerla respetar.  

 Algunas noches, cuando entra en calma, casi se logra captar el pulso del alma de la ciudad:

La ciudad desalojada se expande y por un instante recupera sus formas nobles
Las volutas de una reja amasada entre arte y fuego sueñan historias de honor y modestia
Una gloriosa cornisa enmarca la mueca de un edificio salpicado por la viruela del tiempo
Una celosía de encaje todavía celestina recuerda la nostalgia de amores furtivos, ajenos
Antes del amanecerla ciudad casi recupera su antiguo perfume con sus úteros de fuego y  sus pasos tímidos Queríamos una ciudad.

Susana Quintini: Formas Urbanas 


 ¿ME PREGUNTAN POR LA CIUDAD QUE SUEÑO?

 Para  mí una ciudad es mucho más que una unidad  político-administrativo; mucho más que un lugar para el intercambio de bienes y servicios; mucho más que una entidad para el proselitismo político, mucho más que una entidad para el ejercicio del poder; incluso, es mucho más que un espacio solidario donde los seres humanos se encuentran para el bien común.

 Una ciudad es el espacio donde el alma de hombres y mujeres libres (de ideologías y compromisos partidistas) converge para el noble esfuerzo de crear y recrear a través del tiempo las fuerzas constructoras del universo; allí, en sagrado ritual, se celebra el compromiso con la trascendencia; se 
anidan los sueños y las esperanzas de organizar un lugar que permita el desarrollo de la vida en todas sus dimensiones. 

 Pienso que una ciudad grande o pequeña es una especie de ser supra natural, supra social, supra político, supra cultural; pues todo lo resume en un cosmos abierto y cerrado a la vez; por eso afirmo con Benedetti que:   

cada ciudad puede ser otra cuando el amor la transfigura cada ciudad puede ser tantas como amorosos la recorren
el amor pasa por los parques casi sin verlos amándolos entre la fiesta de los pájaros y la homilía de los pinos cada ciudad puede ser otra cuando el amor pinta los muros y de los rostros que atardecen uno es el rostro del amor
y el amor viene y va y regresa y la ciudad es el testigo de sus abrazos y crepúsculos de sus bonanzas y aguaceros
y si el amor se va y no vuelve la ciudad carga con su otoño ya que le quedan sólo el duelo y las estatuas del amor 

 Valera de noche es un reguero de estrellas al pie de los Andes, y es que por unas horas parte de la Vía Láctea se muda a este vecindario.  

Susana Isabel Quintini Pacheco 14 de febrero de 2014



Apéndice II:
 De la valera que tenemos a la valera que queremos.
Escuela de liderazgo y valores de la UVM 

Punto de partida Este documento se elaboró a partir del ejercicio que un numerosos grupo de ciudadanos, convocados por la Escuela de Liderazgo y Valores de la Universidad Valle del Momboy, con el fin de elaborar una propuesta estratégica para la ciudad de Valera, en el marco del Día de Valera del año 2002.  

Todos nos merecemos una mejor ciudad, más eficiente, más segura y más hermosa. Valera puede ofrecernos mejores condiciones de vida, si todos nos lo proponemos.

 La Valera que tenemos tiene muchas cosas buenas y por ello aquí vivimos y aquí luchamos, pero también tiene muchas cosas que no nos gustan y que debemos cambiar.

 Sin embargo la carencia más grave que tenemos es que no sabemos bien la Valera que queremos. No existe un plan de desarrollo, ni del municipio ni de la ciudad de Valera, y en consecuencia no tenemos rumbo ni orientación, ni para las acciones que debe ejecutar el sector público ni para las iniciativas que vengan del sector privado. No hemos contado con un proyecto de futuro capaz de unir todas las energías posibles hacia la construcción de la Valera que queremos. Por ello un grupo de miembros activos de las comunidades organizadas, integrantes de la Escuela de Liderazgo y Valores promovida desde la Universidad Valle del Momboy hemos querido hacer una propuesta que sirva de base para la elaboración de un plan de desarrollo, partiendo de la Valera que hoy tenemos, imaginarnos a la Valera que queremos tener, y plantear las líneas estratégicas y algunos de los proyectos principales que conducirían al logro de ese propósito.


 La valera que tenemos 
Lo que nos orgullece 

 En este punto, se trata de reconocernos como pueblo en nuestra identificación con algunos de los principales éxitos que ha cosechado Valera, que cimientan nuestro sentido de identidad, orgullo y autoestima colectivos. Luego de identificar más de cuarenta lugares, aspectos y cosas que más nos gustan de nuestro municipio, mediante una lluvia sistematizada de ideas, que una vez registradas, fueron sometidas a consulta y votación por parte del colectivo participante, estableciendo una jerarquización de los 10 ELEMENTOS POSITIVOS MÁS RESALTANTES DE LA CIUDAD:

1. La Gente. 
2. El ambiente natural (topografía, ubicación, clima, paisaje). 
3. La Iglesia San Juan Bautista. 
4. La Universidad Valle del Momboy 
5. La Organización Vecinal: Cultural Comunitaria. 
6. Los Pueblos Cercanos. 
7. El Ateneo de Valera. 
8. El Parque Los Ilustres. 
9. El Instituto Universitario de Tecnología del Estado Trujillo. 
10. El Viaducto de La Beatriz.


 Lo que queremos cambiar 

 En este punto del ejercicio nos propusimos hacer una socialización colectiva de aquellas cosas, aspectos o circunstancias que no nos gustan porque afectan negativamente la vida de nuestra ciudad; empleando la misma metodología utilizada en el apartado anterior. Se identificaron 42 aspectos negativos y su respectiva jerarquización nos aportó como diagnóstico LA PROBLEMÁTICA URBANA, con los siguientes resultados:

1. Ineficiencia de Gobierno Regional y Municipal.
2. Inseguridad. 
3. Falta de parques. 
4. Falta de planificación. 
5. Buhonería 
6. Agonía de los Ríos Motatán, Escuque y Momboy. (Contaminación). 
7. Desorden Urbano. 
8. Servicios públicos ineficientes. 
9. Caos vehicular. 
10. Cordones de pobreza. 


 Luz roja  (peligros y amenazas) 

 Una vez reconocidos en los éxitos que, como paso metodológico resulta motivo de inspiración y fortaleza para potenciar nuestras energías positivas como pueblo, pasamos entonces a identificar, reconocer y analizar aquellas cosas, aspectos o circunstancias que constituyen LUZ ROJA, motivo de alerta, de peligro y amenaza contra   la Valera que queremos. Se encontraron unas treinta amenazas, pero el grupo consideró que las amenazas más latentes son:

1. Falta de compromiso del Gobierno Local.
2. Amenaza contra el Ambiente. 
3. Falta de seguimiento y evaluación  de los planes. 
4. Ausencia de Valores. 
5. Escasa Participación ciudadana. 
6. Falta de Compromiso de la gente. 
7. Desorden Administrativo. 
8. Falta de Formación Política. 
9. Silencio cómplice. 
10. Falta de recursos presupuestarios para ejecutar el plan.  


 Oportunidades para una valera exitosa 

 Luego el grupo identificó una gran cantidad de oportunidades que tiene nuestra ciudad de las cuales las diez más importantes son:

1. Asociaciones Civiles Organizadas. 
2. Apertura del Gobierno Municipal. 
3. Oportunidades de estudio. 
4. Gente concientizada y mecanismos de participación ciudadana. 
5. Valera como Capital Comercial. 
6. Avance Tecnológico en la Educación. 
7. Capacitación Ciudadana (Centro de Animación Juvenil, Escuela de Liderazgo y Valores, Ateneo de Valera, Acoinva y otros). 
8. Medios de Comunicación Social.
 9. Infraestructura. 
10. Instituciones Públicas y Privadas.


Nuestro lugar posible:   la valera que queremos

 Ahora, de cara hacia el futuro, nos proponemos visualizar nuestro lugar posible, la Valera que queremos y deseamos; se trata entonces de proponernos un estatuto de visión, que represente un desafío de desarrollo para nosotros los valeranos; que exprese la razón de ser de nuestra ciudad y proyecte su competitividad, que sea el norte y filosofía que oriente la gestión del plan. 

 Las ideas centrales giraron en torno al sueño de tener una Valera dinámica y progresista, como nuestra ciudad se ha caracterizado, pero convertida en un jardín tropical. Una ciudad con la mejor calidad ambiental del país, llena de árboles, jardines, parques y rodeada de una ambiente natural de primera calidad.  

 No se logró un total acuerdo en una frase impactante y retadora que reuniera de manera eficiente estas ideas. Por ello se propone que la municipalidad abra un concurso para encontrar esa frase central. 


Lo que nos hace falta:

Lugares de esparcimiento. 
Nuevas avenidas y vías alternas. 
Auditórium de gran capacidad. 
Centro Cívico de Valera. Desarrollo turístico. 
Sistema de transporte masivo.
Estacionamientos. Bibliotecas. 
Centro de Investigación Popular. 
Ordenamiento urbano. 
Mercado Municipal. 
Terminal de Transporte. 
Acueducto Metropolitano. 


Estrategias

 1. La ciudad de Valera ofrecerá a sus habitantes unas condiciones ambientales de alta calidad para el desarrollo humano integral. 

Proyectos:

Vialidad – Jardines – Perimetrales: Vías rápidas aprovechando las vegas de los ríos Motatán, Momboy y Escuque, con árboles y con jardines. 

Parque del Momboy desde las Adjuntas hasta Agua Clara. 

Plan para humanizar el casco central de la ciudad. Consiste, en una primera etapa, en convertir en un gran boulevard peatonal las Av. 10 y 11 y las calles 7, 8 y 9, con el fin de resaltar la Iglesia San Juan Bautista y la Plaza Bolívar.

Sembremos de colores las 7 Colinas: Consiste en arborizar dichos lugares con árboles de colores tales como  Trinitarias y Berberías. 

Tres Ríos, Tres Jardines: Consiste en convertir en jardines las vegas de los Ríos Motatán, Momboy y Escuque”.

Construcción de plantas de tratamiento de aguas para el saneamiento de los ríos: Motatán, Momboy y Escuque. Plan Parque Metropolitano.

Proyecto Rincones de Alegría: Consiste en construir lugares de recreación en todos los espacios libres de la ciudad. 

Embellecimiento de las entradas de Valera: Cinco Entradas, Cinco Bulevares. 

Plan rector del eje Trujillo – Valera. 

Plan de Ordenación del Valle del Momboy.


2. La ciudad de valera ofrecerá a sus habitantes un ambiente seguro, sano, confiable y grato.  

Proyectos:

 Plan Buenos Ciudadanos. “Campaña educativa para formar mejores ciudadanos”. 

Policía Ciudadana: Creación de una Policía de Servicios Locales para garantizar el respeto a los derechos ciudadanos. Que controle el tránsito vehicular y peatonal, el transporte, la limpieza, el ornato, el ruido, el urbanismo, el uso adecuado de los espacios públicos y demás aspectos de la calidad de vida urbana. 

Plan de Jueces de Paz: Darle viabilidad a la Ley. 

Plan de reinserción y adaptación social. 

Incorporación de la comunidad al rescate de la ciudad.

 3. La ciudad de valera brindará oportunidades de desarrollo económico a sus habitantes y mejoramiento de la calidad de vida a los  más excluidos. 

Proyectos: 

Plan de Formación de Emprendedores: Consiste en una alianza entre distintos sectores de la ciudad para formar nuevos Empresarios a través de empresas, cooperativas, organizaciones solidarias, entre otros (Formación, suministros y convenios).  

Aldea Tecnológica del Valle del Momboy. 

Plan de Competitividad de la ciudad de Valera. (Crear una política de atracción de inversiones a Valera).

Construcción del Mercado de Mayoristas. 

Construcción de un  Mercado Artesanal. 

Plan Vida Nueva para los indigentes: la cual consiste en hogares refugio para estas personas excluidas de la sociedad.



 4. La ciudad de valera ofrecerá a sus ciudadanos espacios y servicios públicos de calidad.

Proyectos:

Culminación del  Ateneo de Valera. 

Construcción del Centro Cívico en el Centro Comercial Monumental, con un gran Auditórium.

Construcción de la sede del Sistema Nacional de Orquestas Preinfantiles, Infantiles y Juveniles Núcleo Valera y otras organizaciones artísticas. 

Rescate Teatro Ana Enriqueta Terán. 

Red de Casas Culturales Comunitarias. 

Sistema de transporte masivo para el eje Valera - Trujillo. 

Nuevo Terminal  de Pasajeros de Valera. 

Reubicación de las paradas suburbanas dentro de las  instalaciones del antiguo terminal. 

Construcción de un nuevo acueducto para Valera. 

Moderna construcción del Cementerio Metropolitano de Valera. 

Construcción del Acueducto Metropolitano.



 5.  La ciudad de valera tendrá una gestión de calidad, planificada y con adecuado seguimiento. 

 Proyectos: 

Proyecto Gobierno – Ciudadanía: Consiste en una gestión de calidad del gobierno y de su vinculación con la ciudadanía. (Modernización de la gestión pública municipal). 

Elaboración del Plan de desarrollo estratégico hacia el “Jardín Tropical de Valera” (Ciudad Parque Tropical).

Planificación y Funcionamiento del Consejo Local de Planificación. 

Creación de los “Guardianes de la gestión y planificación urbana”. 

Obtener cooperación Nacional e Internacional para el desarrollo de Valera. 

Modernización del Gobierno Municipal. 

Elaboración de Planes de Desarrollo por Parroquia. 

Elaboración del Plan General de Desarrollo Sustentable del Municipio Valera y el Plan de ordenamiento del Valle del Momboy. 



Bibliografía

Berlin, Isaiah. “El Fuste torcido de la humanidad”. Edit. Vuelta. 1992 
Borja, Jordi y Manuel Castell. “Local y global”. Taurus. 1997 
Briceño-Iragorry, Mario. “Meditación en el IV Centenario de Barquisimeto”. El Nacional, Caracas, 14-09-1952. P.4... En: Obras Completas. Tomo 17. Ediciones del Congreso de la República. Caracas, 1993 
Brewer – Carías, Allan. “La Ciudad Ordenada” Criteria Editorial. 2002 
González Cruz, Fortunato. “El Gobierno de la Ciudad”. Ediciones del Vicerrectorado Administrativo.  Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela. 2014
González C. Francisco. “Trujillo: El Equilibrio Fatalista”. Fondo Editorial Portrujillo. 1986 
González C. Francisco. “Geografía del Estado Trujillo”. En: Geo de Venezuela. Tomo 7. Fundación Polar. 2009 
González C, Francisco y Elías Méndez: Pre - planificación del Eje Trujillo – Valera. CORPOANDES. 1972 
González C, Francisco. Lugarización y Globalización. ULA – UVM. 2001. 
González C, Francisco. Lugarización. Fondo Editorial de la Universidad Valle del Momboy. 2013 
La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. Imprenta del Estado Trujillo. 1997 
MANDELA, Nelson (1996). En: GARDELS, Nathan P (Editor). Fin de Siglo. Mc Graw-Hill. México. Rojas, José Stalin.  “Breve acercamiento a la competitividad y productividad en Bogotá”  Bogotá. 2001 
Vila, Marco Aurelio. Geografía del Estado Trujillo. CVF. 1966



Índice

Introducción 
¿Para qué sirve una ciudad? 
Valera, un lugar  central.
Valera: funciones, morfología, servicios,  innovación. Planes.  
Valera: ¿competitiva? 
Valera hoy: una ciudad fracasada 
Valera y sus desafíos Valera en la revolución del conocimiento  y la globalización 
De  la valera fracasada a la valera exitosa 
Algunas ideas puntuales Valera habla 
Apéndice  I Susana Quintini: la ciudad íntima 
Apéndice II: De la valera que tenemos a la valera que queremos. 
La escuela de liderazgo  y valores de la uvm.  
Bibliografía