EL DESARROLLO ES UN ASUNTO DEL ALMA

El desarrollo de los países y las regiones es más una cuestión del alma que de la economía. Destacados especialistas a lo largo de muchos años han estudiado el tema de la riqueza de las naciones, el progreso, el bienestar y tantos nombres que recibe ese proceso mediante el cual las sociedades avanzan hacia el bienestar o hacia una forma decente de vivir. Unos ponen el énfasis en el mercado, otros en el Estado, otros en la capacidad emprendedora, en las instituciones, en la confianza, el nivel educativo, el capital social, la dotación de recursos, el manejo de la economía, el clima, la religión predominante y muchos otros factores.

Por supuesto que todo eso influye, pero la pregunta poderosa sería: ¿hay algún factor más profundo, más esencial, que determina que unas sociedades tengan mejor calidad de vida que otras? Se puede constatar que la mayoría de las sociedades prósperas están en el hemisferio norte, lo que no quiere decir que solo es en el norte donde está la prosperidad, pues hay países pobres en el norte y los hay prósperos en el sur. Y así podríamos reflexionar en el caso de su tamaño, de su antigüedad, de su dotación de recursos, de su clima, etc. Hay países o sociedades prósperas grandes y pequeñas; antiguas y recientes; de gente blanca, negra o amarilla; creyentes o no creyentes; de clima con estaciones o sin estaciones, en fin, nada de esos factores condiciona la posibilidad de ser desarrollado o subdesarrollado. Nadie está condenado a ser pobre o a ser rico.

Incluso hay países gemelos y uno es muy pobre y el otro muy rico, como Corea del Norte o Corea del Sur. O regiones pobres en países ricos, o regiones ricas en países pobres.¿Entonces? Gunnar Myrdal (premio Nobel de Economía - su esposa Raíza fue Nobel de la Paz) acuñó una frase: "la retrocausación circular acumulativa" para referirse a que los procesos de avance o retroceso de una sociedad retroalimentan. Algo así, en el lenguaje coloquial, que los males no vienen solos, ni los golpes de la fortuna tampoco. En la famosa novela de Irving Stone "La Agonía y el Éxtasis" se cuenta que Florencia - la capital del Renacimiento en el “Cinquecento”sufría un proceso de pérdida de la autoestima y el gobierno de la ciudad convocó a lo mejor que tenían - sus artistas - a ver quien presentaba el mejor proyecto para realizar una escultura de un gran bloque de mármol de sus cercanas canteras de Carrara. Lo ganó el joven Miguel Ángel Buonarroti quien esculpió "El David", viéndolo la gente en la plaza se convencieron del talento que tenían y a Florencia  volvió el optimismo y la autoestima y llegó a ser una de las  ciudades más importantes del mundo. Y así están los ejemplos de Singapur donde el disparador fue una decisión de su liderazgo, o Japón con la II Guerra Mundial, o Suráfrica con Mandela, o Costa Rica, Uruguay, Botswana.

Singapur es la tercera ciudad más competitiva del mundo después de Nueva York y Londres y hace apenas 50 años ni figuraba en el mapa. Medellín en Colombia era una ciudad fracasada muy violenta y hoy es la más competitiva de América Latina; allí todo comenzó en 2004 cuando su alcalde Sergio Fajardo se involucró en su innovación en conjunto con universidades, industrias de la región y el gobierno local. Podemos citar ejemplos como Loja y Cuenca en Ecuador, Córdova en Argentina, Guadalajara y Puebla en México. 

Son cientos de casos de países, regiones y ciudades que han cambiado su historia. También los que se han equivocado y a pesar de sus riquezas descienden al abismo.Volvemos a la pregunta sustantiva ¿Qué han hecho esos países, regiones o ciudades para mejorar tanto en tan poco tiempo? Son diversos y complejos los factores, sin embargo existe uno que es el desencadenante de todos los procesos: la decisión de cambiar. Una fuerza espiritual superior que une a la gente en torno a un sueño y los impulsa a construirlo, a pesar de todas las dificultades. Se trata de una voluntad enorme que mueve las más intensas energías creadoras para disciplinadamente trabajar hacia la construcción del sueño posible. Cada experiencia será distinta, cada proceso diferente, cada caso es único, pero en el fondo de cada uno está la recia voluntad de mejorar.


Es necesario encontrar una nueva y poderosa emocionalidad que nos impulse a ser mejores, en todo. Un estímulo poderoso que sea capaz de reunir toda ese energía potencial que tenemos para encontrar un rumbo y alinearnos hacia un mejor destino, que no sea glorioso sino exitoso, que no recoja la gigantesca epopeya de los generales de la Independencia, sino cotidianidad sabia, humilde , heroica y generosa de un José Gregorio Hernández.