NOSTALGIA RANGELIANA DE LOS AÑOS 60



-  ¿Qué es el arte?, preguntó la Profesora Natalia Rosa deTariffi. “Es la expresión de los sentimientos por medio de la belleza” respondí en un arranque de inspiración. Y me gané su cariño para siempre, aparte de una buena calificación que bastante falta me hacía. Era la persona más culta del Liceo Rafael Rangel en aquellos años y, junto con su esposo Terso Tariffi, una de las animadoras de aquella Valera que era una “Ciudad limpia, de habitantes cultos” como lo decía adecuadamente el slogan del Concejo Municipal, cuando los Concejales eran ad-honorem. Una ciudad que se podía caminar  a todas horas, donde las muchachas y los jóvenes íbamos a pasear a la Plaza Bolívar, a saborear las barquillas de la heladería Roma o a la Ávila luego de la matinée del Cinelandia, el Valera o el Libertad. 

Una ciudad modesta en pleno crecimiento y con un movimiento cultural envidiable, con líderes como el Padre Juan de Dios Andrade, Jacob Senior, Aura Salas Pisani, los médicos Gil Manrique, Ramón Vielma y Rafael Isidro Briceño, el pintor Salvador Valero, Aura Briceño Monreal, Alfredo Tulene, Pedro Malavé Cols y tantos otros.

El comercio era de gran importancia y el área de influencia de la ciudad rebasaba al estado Trujillo, para extenderse  hasta Timotes y Chachopo por el páramo,  Caja Seca y Nueva Bolivia por el sur del Lago de Maracaibo,  Machango y Lagunillas por la costa oriental, Carora al norte y hasta Biscucuy al este. Negocios como la Comercial Bracho Padrón, Comercial Pineda, Industrias El Páramo y Trujillo Motors vendían hasta en Cúcuta y Maicao. Valera era una ciudad “dinámica y progresista”.  

El Liceo Rafael Rangel vivía intensamente, en todos los sentidos. Recién instaurada la democracia, muchos descubríamos la política como una manera de realización personal. Leíamos a Marx y Engels, Mounier y Maritain, a Lenin y al renegado Kaustky. La profesora Ligia Montaner se empeñaba en meternos a juro a Heráclito de Éfeso, a Hegel y a Kant. Humberto Bendezú, los esposos Stella, el Padre Godoy, Pedro García Leal, Rafael Angel Espinoza, Antonio Briceño, Omar Terán, Falconi, el Economista Montilla (que todos envidiábamos porque una vez se casó con la reina), Cangemi, Villareal, Araujito, Rosales (Kateto), Alfonso Batista, Perdomo y tantos otros constituían un plantel profesoral de grata recordación y de legítimo orgullo.

Ellos ponían todo su empeño en sacar adelante a aquellas muchachas y muchachos, que con demasiada frecuencia preferían los picoteos de cerveza y cuba libre, y bailar al ritmo de Chubby Checker y la Billos. Los muchachos a jugar béisbol o irse a los pozos de Agua Clara y los Bambúes, y de paso echarles una mirada a las chicas de la Piscina o el Arco Iris.

Las competencias deportivas eran memorables, animadas por Luís Loreto Lira, Ana de Marchandi y el Chuma. También eran la excusa perfecta para armar tremendas rumbas. En carnavales salían las esmeradas carrozas del Rangel a pasear por toda la ciudad, a repartir papelillo y serpentinas y a exhibir nuestras hermosas soberanas, entre ellas mis reinas la Chichi Nava y Beatriz Terán. Esos carnavales se celebraban en todas partes, en los clubes, en el Murachí y en los barrios cuyos animosos habitantes hacían templetes y adornaban sus calles, elegían sus reinas y todos paseábamos por todos a ver cual era el mejor, en aquella Valera sin basura y sin ladrones.

Tiempos buenos los del Rangel. Tiempos buenos los de aquella ciudad. Tiempos que pueden ser mejores, sin nos lo proponemos.

Francisco Gonzalez Cruz