- ¿Qué es el arte ?, preguntó la Profesora Natalia
Rosa deTariffi. “Es la expresión de los sentimientos por
medio de la belleza” respondí en un arranque de inspiración. Y me gané su
cariño para siempre, aparte de una buena calificación que bastante falta me
hacía. Era la persona más culta del Liceo Rafael Rangel
en aquellos años y, junto con su esposo Terso Tariffi, una de las animadoras de aquella Valera que
era una “Ciudad limpia, de habitantes cultos” como lo decía adecuadamente el
slogan del Concejo Municipal, cuando los Concejales eran ad-honorem. Una ciudad que se podía caminar a todas horas, donde las muchachas y los
jóvenes íbamos a
pasear a la Plaza Bolívar, a saborear las barquillas de la heladería Roma o a
la Ávila luego de la matinée del Cinelandia, el Valera o el
Libertad.
Una ciudad modesta en pleno crecimiento y con un movimiento cultural
envidiable, con líderes como el
Padre Juan de Dios Andrade, Jacob Senior, Aura Salas Pisani , los
médicos Gil Manrique, Ramón
Vielma y Rafael
Isidro Briceño, el pintor Salvador Valero, Aura Briceño Monreal,
Alfredo Tulene, Pedro Malavé Cols y tantos otros.
El comercio era de gran importancia y el área de influencia de la
ciudad rebasaba al estado Trujillo, para extenderse hasta Timotes y Chachopo por el páramo, Caja Seca y Nueva Bolivia por el sur del Lago
de Maracaibo, Machango y Lagunillas por
la costa oriental, Carora al norte y hasta Biscucuy al este. Negocios como la Comercial Bracho
Padrón , Comercial Pineda, Industrias El Páramo y Trujillo
Motors vendían hasta en Cúcuta y Maicao. Valera era una ciudad “dinámica y
progresista”.
El Liceo
Rafael Rangel vivía intensamente, en todos los sentidos. Recién
instaurada la democracia, muchos descubríamos la política como una manera de
realización personal. Leíamos a Marx y Engels, Mounier y Maritain, a Lenin y al
renegado Kaustky. La profesora Ligia Montaner se empeñaba en meternos a juro a Heráclito de
Éfeso, a Hegel y a Kant.
Humberto Bendezú, los esposos Stella, el Padre Godoy , Pedro García Leal, Rafael Angel Espinoza ,
Antonio Briceño ,
Omar Terán, Falconi, el Economista Montilla (que todos envidiábamos porque una
vez se casó con la reina), Cangemi, Villareal, Araujito, Rosales (Kateto),
Alfonso Batista, Perdomo y tantos otros constituían un plantel profesoral de
grata recordación y de legítimo orgullo.
Ellos ponían todo su empeño en sacar adelante a aquellas muchachas y
muchachos, que con demasiada frecuencia preferían los picoteos de cerveza y cuba
libre, y bailar al ritmo de Chubby Checker
y la Billos. Los
muchachos a jugar béisbol o irse a los pozos de Agua Clara y los Bambúes, y
de paso echarles una mirada a las chicas de la Piscina o el Arco Iris.
Las competencias deportivas eran memorables, animadas por Luís Loreto
Lira, Ana de Marchandi y el Chuma. También eran la excusa perfecta para armar
tremendas rumbas. En carnavales salían las esmeradas carrozas del Rangel a pasear por toda
la ciudad, a repartir papelillo y serpentinas y a exhibir nuestras hermosas soberanas,
entre ellas mis reinas la
Chichi Nava y Beatriz Terán. Esos carnavales se celebraban en
todas partes, en los clubes, en el Murachí y en los barrios cuyos animosos
habitantes hacían templetes y adornaban sus calles, elegían sus reinas y todos
paseábamos por todos a ver cual era el mejor, en aquella Valera sin basura y
sin ladrones.
Tiempos buenos los del Rangel. Tiempos buenos los de aquella ciudad.
Tiempos que pueden ser mejores, sin nos lo proponemos.
Francisco Gonzalez Cruz