José Gregorio Hernández: ciencia y bondad.

José Gregorio Hernández: ciencia y bondad

Francisco González Cruz:
El Dr. José Gregorio Hernández es el venezolano más conocido y querido de todos los tiempos. Lo es porque se formó al más alto nivel en las ciencias de la salud para ponerse al servicio de la vida humana, en particular de los pobres, con una elevadísima dosis de espiritualidad. Ya en vida era popular y la noticia de su temprana muerte a los 55 años, el 29 de junio de 1919, causó la más espontánea y numerosa manifestación de duelo que haya conocido Caracas y Venezuela entera.
Su fama de hombre sabio y bueno se extendió y sus imágenes en estampas, cuadros, figuras, estatuillas, esculturas, tallas, avisos y toda clase de representaciones llenaron espacios en las casas de familia, negocios, vehículos de transporte, calles y avenidas, parques y otros espacios públicos. Mujeres y hombres, niños y adultos, pobres y ricos se acostumbraron a llevar su estampa en medallas, escapularios, llaveros y otras figuras. A ponerlo en los altares o hacerle capillas y oratorios.
La gente empezó a rezarle, a pedirle favores relacionados con la salud y a darle gracias por las mejoras sentidas. Y su imagen se hizo frecuente en hospitales y clínicas, consultorios médicos, salas de operación y otros lugares relacionados. También en las escuelas de medicina, universidades, centros de investigación y de altos estudios, en preescolares, escuelas y liceos.
También la imaginería popular lo llevó a los altares junto a supersticiones, mitos y leyendas, y se inventaron pócimas, jarabes, ungüentos y aguas “milagrosas”, de este científico tan alejado de estas prácticas.
José Gregorio Hernández es la persona más popular de Venezuela, sin ser de la farándula, ni deportista, prócer militar, ni porque sea estudiado en los libros de historia. Tampoco porque haya sido fruto de una campaña mediática o publicitaria, que vino como consecuencia del reconocimiento de su popularidad y aprecio. Incluso su proceso de beatificación en más el resultado de la extendida fe de sus virtudes, que de un propósito de la iglesia católica o de alguna de sus congregaciones o comunidades eclesiales.
El fenómeno que se ha producido alrededor del Dr. José Gregorio Hernández no es otra cosa que el reflejo de su propia personalidad. Un hombre sabio y sencillo, bien vestido y humilde. Un hombre que hacía favores de manera anónima, si andar dándole publicidad a su generosidad. Ni a su sabiduría. Ni a su santidad. Un hombre de provincia, de un pueblito andino nacido de madre llanera y padre boconés de origen coriano, formado en Caracas y en París, con dominio de diversos idiomas. Una persona culta y moderna, que, así como brillaba en la academia o en la cátedra, entraba al hogar humilde a atender a un enfermo.
Todo eso lo llevará muy pronto a los altares. Y no será un santo de nicho, colocado allá en las alturas umbrosas de un altar, si no el santo humano y cercano, el sabio amigo, el que escucha atento al ruego de la gente, y luego actúa silenciosamente.  El médico de los pobres, milagrosa sinergia de ciencia y bondad.